El «honestismo», una peligrosa mentira
Escribe Sergio Santos, concejal del Frente para la Victoria de General Pinto.
En estas horas existe un discurso recurrente, que más allá de la amplificación mediática, está siendo tomado con fuerza por algunos sectores aún minoritarios, selectos, y hasta se podría decir privilegiados.
Es el discurso de la no-política, es el resurgimiento del “honestismo”, un relato pro-negativo de la figura política por el sólo hecho de serlo.
Es bueno tratar de encontrar el origen de esta línea de pensamiento, que a criterio propio y el de muchos de los que ejercemos la política, formalmente o desde la militancia, no le hace nada bien a la democracia como forma de gobierno, ya que el “honestismo” lo único que prioriza y pregona es la corrupción total del sistema o de los que no les son minimamente funcionales al discurso instalado.
Se podría decir que esta onda “honestista” fue fogoneada en sus premisas iniciales por el Frepaso, socio de la UCR en la Alianza que gobernó (es un decir) desde el `99 al luctuoso 2001, cuando con un discurso eminentemente “honestista” y presuntamente “anti corrupción” se convirtió en el gobierno constitucional que en menos tiempo realizó más actos delictivos, y hundió en la miseria por corrupto y entreguista, a mayor cantidad de habitantes de nuestro país, especialmente del sector social y económicamente más vulnerable.
Hoy vemos que las esquirlas del estallido de la Alianza y los partidos que la conformaban, son muchos de los mascarones de proa del FAP, la CC, la UCR, el peronismo diabólico, el PRO, e inclusive algunos de ellos en el mismo FPV.
Con el Frepaso y la posterior Alianza aprendimos, primero, a confundir la ética con la política, lo que no quiere decir que haya que dejar la ética de lado para hacer política, muy por el contrario, pero esta línea de pensamiento nos hizo confundir una cosa con la otra.
Recordemos que la cada vez más incomprensible Carrió, reflota esta falacia hace unos años, cuando en una de sus visiones celestiales dijo que había que unir a los honestos de izquierda y de derecha, liberales y socialistas, porque lo importante era el “contrato moral”, pregonando que lo que divide aguas en la política (y en la definición de un proyecto de país) es apenas la honestidad, sin importar las ideas, es el colmo de la no-política que se ayudó a instalar en la mayoría del “centrismo” que en determinado momento vira a derecha o a izquierda según convenga.
Y es una mentira enorme: Imaginemos a un funcionario honesto. No importa si es presidente, ministro, diputado, intendente, concejal o juez. Un funcionario ‘honesto’ en el sentido de que no roba, no se lleva a casa más dinero que el de su sueldo o dieta, no contrata a sus parientes y amigos sólo por serlo, no usa su función para favorecer a determinadas empresas con negocios en el Estado, no hace nada fuera de la ley, y termina su mandato más pobre de lo que era…
¿Alcanzaría eso para votarlo, para militar con él? ¿Alcanzaría su honestidad para hacer del país, la provincia o la ciudad donde ejerce su función un lugar mejor para vivir?
Decir que sí sería como pensar que basta tener buena ortografía para escribir un libro.
La política es la lucha entre diferentes visiones de mundo, entre diferentes proyectos de futuro colectivo, y no apenas un mecanismo para seleccionar administradores incorruptibles, que debería ser apenas un prerrequisito, aunque sabemos que, en la práctica, nunca lo fue, sino elegiríamos a los gobernantes por concurso público, analizando su currículum, investigando sus antecedentes y tomándoles examen, y no votando.
Nuestro funcionario honesto ficcional podría ser, también, 1-un empleado fiel del status quo, 2-un cobarde incapaz de enfrentarse con inteligencia a los poderes fácticos en beneficio de las mayorías, 3-un conservador que ponga en peligro los derechos y libertades de las minorías, 4-un administrador probo pero ineficiente, sin condiciones para manejar la economía, 5-un autoritario mesiánico, 6-un fanático del pensamiento neoliberal que nos abandone a nuestra suerte en la jungla mercadista y aniquile las defensas del estado y sus funciones más elementales, 7-un xenófobo, un racista, un homofóbico, 8-un nostálgico de brigadas perdidas de otro tiempo cuyo dogmatismo le impida entender el presente, 9-un bruto con carisma pero más peligroso que mono con navaja.
Todo esto sin dejar de ser, en el sentido más estricto del término, “honesto”.
Puede ser honesto y ser, sin embargo, todo lo que no queremos.
Y aun su “honestidad” podría ser cuestionada, a partir de otras concepciones políticas de la ética.
Carrió ponía como ejemplo de liberal honesto a Ricardo López Murphy, que probablemente nunca haya robado dinero público (no lo sabemos, pero supongamos), sin embargo, ¿qué clase de ética es la del que trabaja como intelectual orgánico y operador político de los intereses de unos pocos que tienen demasiado, sin importarle el destino de millones sin casi nada, a los que condenaría sin pensarlo dos veces a la falta de un futuro digno? ¿Qué honestidad tiene el tipo que en veinticuatro horas en el Ministerio de Economía casi acaba con la universidad pública? ¿La ética propuesta se limita apenas a no robar, y que los pobres sigan siendo pobres y los oprimidos sigan oprimidos? ¿Tan barata es la ética “honestista”?
Además, sería imposible trazar una línea que divida la política en honestos y deshonestos coincidiendo con las fronteras de los partidos, como si la corrupción fuera un fenónemo exclusivamente político. Pregunta atinada: ¿Los políticos vienen de Marte en un plato volador? No. Son del país que somos.
El “honestismo” fue un discurso eficaz durante el menemismo por dos razones: porque el menemismo era tan escandalosamente ladrón y mafioso que irritaba, daba asco y vergüenza, y porque había una mayoría que, aun sabiendo que se estaban robando hasta los ceniceros, creía que sus políticas económicas eran correctas o al menos que cambiarlas sería más peligroso que continuarlas.
Menem y compañía habían ganado una batalla cultural e ideológica y habían convencido a la mayoría del país de lo que Álvaro Alsogaray no pudo, lo que les permitió hacer las reformas económicas estructurales que ni la dictadura había conseguido.
Por el otro lado, la Alianza UCR-Frepaso, apurada por llegar al poder, no quería entrar en ese debate. Entonces le propuso al país un “contrato moral” que no tocara la convertibilidad ni cambiara la distribución del ingreso.
Vimos lo patético de la renuncia del Chacho a la vicepresidencia porque habían comprado votos para aprobar una ley contra los trabajadores, pero sin cuestionar la ley ni defender a los trabajadores, o sea la forma sobre el fondo. Y volviendo, después, para traernos a Cavallo, que de honesto, casi de más está decirlo, no tiene nada, con el desenlace que todos los de a pie sufrimos de una u otra manera.
Todo eso en nombre del “honestismo”, una gran mentira.
La oposición, mientras tanto, hace “aliancismo” desde el otro extremo ideológico.
Carente de proyecto de país y de un discurso convincente sobre cualquier cosa, disponibles para defender los intereses del mejor postor, juegan al honestismo con la misma falsedad con la que el Frepaso hizo la alianza con la UCR para echar a Menem.
Su honestismo es más falso que billete de tres pesos.
De Narváez, Macri, Bullrich, Amadeo, Venegas, Carrió, De La Sota, Aguad, Moyano, Prath Gay, Sanz o Barrionuevo hablando de la corrupción kirchnerista es como Carlos Monzón denunciando la violencia de género… por deshonestidad intelectual más allá de lo efectivamente corruptos que pudieran ser estos personajes.
La oposición cacerolera, impresentable, hace de la honestidad, la república y todo el bla bla bla un circo hipócrita que desnuda su incapacidad para ofrecer política.
Emulan al Frepaso, pero por derecha y sin un mínimo de credibilidad.
Lo mismo hacen los opositores honestos “por falta de mérito”, como Stolbizer, Binner, Solanas, Cortina, Juez, De Genaro, Donda, Lozano, con destempladas e incomprobables acusaciones hacia el gobierno supuestamente corrupto, pero sin privarse luego de querer ganarse un lugarcito y no quedar afuera de la foto, abrazando a los “honestos” Venegas y Moyano, como vimos en la nueva “carpa blanca”, armada para esta ocasión con fines menos “honestos” que el reclamo docente que años atrás la tuviera como mojón de una lucha, no por mejoras sino por la simple subsistencia de los maestros y la educación pública.
Y ese mismo fogoneo del “honestismo” como única premisa, les está pegando en la boca.
Por eso vemos que más allá de lo multitudinaria que pretendan presentar a estas movilizaciones caceroleras “espontáneas”, no es mucho lo que logran en cuanto a hecho político, justamente por ese mensaje anti-política permanente que avalan casi todos los opositores que se arrogan el 50% de adhesión del electorado, cuando individualmente hace poco más de un año, ninguna de esas fuerzas llegó al 20% de los votos positivos.
Si lo que pinta madura, en poco tiempo veremos alianzas impensadas, juntando el agua y el aceite, con un único fin, echar a este gobierno, más allá que después no sepan qué hacer con sus vidas ni con las nuestras, como ya pasó entre 2009/2011, cuando el llamado “grupo A” luego de arrogarse un triunfo individualmente inexistente en las parlamentarias, pero que juntándose los hacía dominar el congreso, nunca pudieron ponerse de acuerdo salvo para destruir o entorpecer los actos de gobierno, nunca lograron consenso, en la mayoría de los casos por egos personales de personajes de escasa convocatoria pero de una altísima autoestima.
Son los mismos que a caballo del “honestismo” intentan desesperadamente que los votantes no le tiren la última palada de tierra que los convierta definitivamente en “cadáveres políticos”, ante las continuas protestas desprovistas de propuestas en la mayoría de los casos.
Lo mismo podemos ver en el ámbito local, con políticos opositores en el Concejo Deliberante prácticamente mudos, que rara vez presentan proyectos, salvo algunos de resolución con pedidos sectoriales, en ciertos casos extemporáneos, para que el ejecutivo los resuelva, sin el mínimo estudio de costo, factibilidad y oportunidad.
El resto del tiempo los vemos buscando que les pongan un micrófono delante, para quejarse de la supremacía numérica oficialista en el HCD, meneando el “honestismo” con total liviandad también en esta circunstancia, queriendo instalar el relato de la “excesiva” mayoría de concejales del FPV, tildando de “escribanía” al concejo deliberante, poniendo el acento en la supuesta deshonestidad intrínseca de la situación amén de haber sido legitimada en elecciones por el pueblo, sin hacer nunca un mea culpa de errores propios y un reconocimiento de aciertos del gobierno municipal, que llevan a esta minimización opositora.
Ni hablar de lo que cinematográficamente podríamos titular como la saga píntense de “El regreso de los muertos vivos”, viejas figuras que supieron (¿supieron?) ser gobierno en diferentes ámbitos y ante la ausencia de nuevas caras reaparecieron (pareciera más por necesidad que por convicción) para sumarse al rejunte de heridos que quedaron afuera por decisión popular en Octubre de 2011.
Por el momento forman un coro polífónico y suelen juntarse en algunos medios a hacer catarsis o terapia de grupo, añorando el pasado (algunos sus gobiernos y otros las botas) y renegando amargamente por el presente, dejando para más adelante hablar del futuro, ya que íntimamente ni ellos mismos se ven al lado del otro o mejor dicho atrás del otro en las listas electorales.
Todos ellos elogian su propia honestidad, a falta de elogios ajenos… si fuese cierto: ¿Tendrán otra cosa para ofrecer?
Con la falacia del “honestismo” hasta ahora parece que no alcanza. Veremos.
Sr. Santos, yo a Ud.no lo conozco,pero sin embargo,como piensa y escribe lo veo como un típico K. Impusieron lo peor de la política, aprietes,clientelismo,despilfarro, compra de voluntades, ignorancia a través de la baja calidad educativa y la mayor corrupción que he visto en mi vida. Es verdad que solamente con la honestidad no alcanza,pero las condiciones que tienen sus dirigentes, menos, porque la prioridad en este partido de gobierno y casi la única condición para formar parte de él, es que hay que ser delincuente.Basta de subestimar,demasiados años lleva el peronismo gobernando la Provincia y la Nación, como para que sigan echándole la culpa a otro, de lo que ustedes no supieron hacer. Faltó al terminar su nota, la frase que dice:ROBAN PERO HACEN, Uds. ROBAN PERO NO HACEN.