Carta a Mariano Cortés, sacerdote de General Villegas
Padre Mariano Cortes:
Hace un año y medio me acerqué a la iglesia buscando su palabra. Mi hijo desde hacía unos meses asistía a catequesis.
Ocurrió a mediados de año. Dadas las bajas notas que Santiago tenía en el colegio y lo agotado que se lo veía fue tomada una decisión familiar, lo retiramos del instituto de inglés al que asistía con un carga horaria de nueve horas semanales, y a esa altura del año lo tomaron en otro instituto con una posibilidad acotada de días y horarios. Ese día y horario nuevo se superpusieron con la hora semanal de catequesis. Luego de hablar con la catequista explayándome en toda esta explicación, ella me sugirió conversar con usted, agregando que seguramente me daría una solución. Así fue, asistí a la oficina de la iglesia y le relaté cada detalle de la situación, su respuesta fue: “No puedo cambiarlo de grupo de catequesis, cámbielo de inglés”. Su respuesta me sorprendió por lo rápida y terminante, teniendo en cuenta que había otras catequistas que se habían ofrecido a recibirlo en sus grupos. Su respuesta me resultó altanera, teñida de soberbia, rigidez y despotismo, todas ellas características con las que no esperaba encontrarme, tratándose de alguien que predica la palabra de Dios.
Hubo otras catequistas que abogaron por la situación “particular” de mi hijo. Usted continuó en su extraña negativa, intransigente, manifestando a si mismo que a mí nunca me había visto en misa. Es verdad, no voy a misa, tengo mis cuentas pendientes con la iglesia, no con Dios. Cuentas que no pretendo, bajo ningún concepto, testarle a mi hijo, por esa razón asistía a catequesis y concurre a un instituto religioso.
Le cuento Mariano que se perdió un tipo espiritual y de carácter curioso. Pidió a conocidos de nuestra familia, excelentísimos practicantes católicos, que le enseñaran a rezar el rosario, también preguntó acerca de la vida de Cristo, y en su dormitorio conserva una imagen de la Virgen María junto a un rosario de madera, hábitos que por cierto no debe agradecerle a usted. Me pregunto: ¿Su tarea no es evangelizar? Mariano, le prometo, se perdió la posibilidad de alimentar el espíritu inquieto de un joven, muy joven.
Impuso su fantoche poder de un modo, hasta diría, infantil y caprichoso. Me pregunto si quiso castigarme. No fue a mi a quien castigó, sino a mi hijo, quien hoy ve cómo sus compañeros se preparan para su primera comunión y él no entiende porqué se lo castigó o amonestó.
Creo, Mariano, que equivocó su objetivo y olvidó ejercer algunas de las cualidades que deberían caracterizar a un sacerdote: saber escuchar (no oír, escuchar. Porque usted no me “escuchó” a mi. Su decisión estaba tomada desde antes que yo me sentara en la oficina de la iglesia), ser imparcial, piadoso, bondadoso, empático, humilde, misericordioso, pero todas estas cualidades no se adquieren en el Seminario, se encuentran a través de una profunda búsqueda personal. Me cuesta creer que alguien que carezca de estas y otras cualidades pueda convertirse en un intermediario entre la divinidad y nosotros.
Lo invito a realizar un profundo trabajo interior, todos tenemos actitudes y acciones que observarnos, eso nos convierte en mejores personas.
El daño ya está hecho y no busco que se replantee la situación particular de mi hijo, ya no. Al día de hoy, me confieso, no me gustaría que usted fuese quien escuchara de mi hijo su primera confesión. Pero sí lo invito a reflexionar el accionar frente a futuras situaciones similares a la de Santiago. Lo invito primero a ejercitar su capacidad de “ESCUCHAR”, para llegado cada caso pueda escuchar la situación particular de cada familia, esta debería ser una de sus virtudes, justamente “saber escuchar”. Porque le cuento que en mi caso, ese cambio de horarios en la vida de Santiago operó maravillas, sus notas mejoraron y su conducta también.
En situaciones similares lo invito a encontrar en su interior humildad, para “escuchar” hay que ser humilde. Dejo para lo último la búsqueda del sentido de la justicia, de los mas difíciles de lograr si los hay. Éste último sería el bien mas preciado de poder destacar en cualquier ser humano.
Siento que de alguna manera usted quiso cobrarse en mí el desinterés general que muestra la sociedad en relación a las obligaciones que impone la iglesia. Yo no me acerqué a usted para que lo exima a mi hijo de asistir a catequesis, todo lo contrario, lo hice para que “juntos” encontremos un nuevo día y horario. Actos de rigidez y soberbia, como el que yo sentí que usted ejerció, son los que alejan a las personas de la iglesia, y no un cambio de horario en el encuentro de catequesis.
Porque puedo permitírmelo, el día que los amigos de mi hijo tomen la comunión, nos vamos a ir de viaje ¿sabe por qué lo hago? porque mi hijo se siente triste con esta situación y no quiero que así sea, no es justo que se sienta responsable por algo que mas se parece a una antigua puja que a un cambio de horarios, él no tiene porqué ser el objeto de sus frustraciones. Me voy porque en la vida le tocará infinidad de veces hacerse responsable de sus acciones injustas u equívocas, y lo hará. Pero no de esta situación en que nada malo hizo.
María R. Frascara
23 de octubre de 2012
General Villegas, Pcia. De Bs As.
Totalmente de acuerdo con vos María, esas actitudes, lamentablemente muy comunes, son las que nos alejan de la iglesia como institución, el egoísmo y falta de buena voluntad de personas que tendrían que predicar con el ejemplo.
Gracias Fernando por publicar la carta.
Gracias Cecilia!
María.
Estoy de acuerdo en que no te escucharon, pero reflexionaste sobre tus prioridades??. Primero acordaste horarios para Inglés y después, si se podía, de Catequesis. Considero q estudiar y reforzar conocimientos es importante, pero no más q la fe, la religión y mucho menos alejarlo de su grupo ya formado porq el niño tenía q cursar con otro grupo, no con sus amigos. Es solo mi opinión.
situaciones como estas hacen que personas necesitadas de la palabra, la contención de la iglesia atraves de quienes se manifiestan portadores y predicadores de la palabra de dios, dejen de creer en la iglesia como hogar de dios, perdiendo asi el interes y la participacion que antaño se relizara en las iglesias de pueblos guiada pòr grandes sacerdotes que entregaban la camiseta para que sus protegidos no sufrieran el frio
, recuerdo al padre wesner perdon no se si asi se escribe, un gran enviado de dios, pero estos nuevos, que vivin el progreso sin escuchar y poner en practica la palabra de dios, sus autos sus viajes, la tecnología que a tecnificado sus procederes hacen que el abc de la iglesia se encapsule en un simple monopolio de riqueza y egoismo.
Que lamentable que publique una nota de una persona, sin averiguar antes…Cuando uno manda a su hijo a catequesis es para ayudarlo aumentar su fe, no aguantar grosería, o maleducados.. Averigüen!!!
Nelda, no te conozco, pero respeto tu opinión. Te doy mi palabra de honor que no fui grosera, ni maleducada, el sacerdote tampoco lo fue, solo fue intransigente. Una amiga catequista se está ocupando de aumentar la fe de mi hijo, como vos decís, lo lleva a la iglesia, le enseña a resar el rosario y yo siempre le hablé de Dios.
A la hora de reflexionar es importante que cada uno reconozca sus errores, todos. Podés no estar de acuerdo con la carta, pero no entiendo porqué me decís grosera y maleducada.
Cuando decís: «Cuando uno manda a su hijo a catequesis es para ayudarlo aumentar su fe, no aguantar grosería, o maleducados…», Nunca tuve ningún problema con catequista alguna, al contrario son un grupo de mujeres muy generosas y solidarias, mi diferencia la tuve con el sacerdote. Espero conocerte algún día. María.