Nadie fue al velatorio del doble homicida de Lincoln, ni siquiera su madre
Debido a que sus padres son personas de escasos recursos, el municipio debió hacerse cargo de los gastos del sepelio.
Miguel Ángel López asesinó a su ex mujer Nélida Rosana Bustos (34) de 19 puñaladas, y la hija de la misma, Evelyn Gianna Sarmiento (10), de seis puntazos y varios cortes, en uno de los crímenes que conmocionó a la localidad de Lincoln.
Después de los crímenes, el homicida de 40 años, caminó sin rumbo. El intendente de Lincoln, Jorge Fernández (FPV), supone que López fue hasta las vías del viejo ferrocarril y que por allí cortó camino hacia el campo de Dutto, cerca de la localidad de Bayauca. Allí se colgó de un eucalipto. Lo encontraron a las 16.45 de anteayer. Trabado al cinturón, en la vaina de cuero, tenía el cuchillo que había usado para matar a la mujer y la niña. Lo remitieron a la morgue.
Mientras tanto, las víctimas eran veladas en la casa de sepelios Rolla. A las seis de la tarde fueron sepultadas. Luis Bustos, de 36 años, uno de los nueve hermanos de Roxana, dijo: «Mejor que se haya suicidado. No se ahorcó porque sufría; se ahorcó por cobarde, porque sabía quienes somos los Bustos. No tuvo las bolas para enfrentarnos».
Cerca de la medianoche de anteayer, la Justicia envió el cadáver de López a la misma empresa funeraria. Su padrastro, llamado José, llamó al intendente, y le dijo: «Ya que no nos dan una casa, por lo menos, paguen el cajón». En efecto, José y Marta Greco, la madre del asesino, viven en un colectivo desvencijado, en un terreno donde termina la ciudad, al lado de un alambrado que limita con un campo, cuenta La Nación.
El jefe comunal se hizo cargo de los gastos. «Todos se merecen un funeral. Es mi obligación como funcionario», dijo. Ayer por la mañana, en la sala de la casa de sepelios Rolla, al pie de una cruz, estaba el ataúd cerrado, con el cuerpo del criminal. Miguel Rolla, dueño de la funeraria, contó que nadie había ido a despedirlo, ni siquiera la madre.
A la misma hora en la que nadie despedía los restos del asesino, el dueño de la casa donde éste vivía volteaba la construcción a mazazos hasta convertirla en un montón de escombros rodeados de pastizales y cardos. No había nada: ni ropa, ni alimentos, ni muebles, nada que indicara que allí había vivido, hasta hacía dos días, el asesino. (Fuente El Siglo)