Violencia social – Escriben A. Alvarez y V. Baragiotta (*)
En atención a la situación de nuestro contexto ( nacional, regional, local-comunitario), corresponde hacer una reflexión centrada a partir de conceptos cuya relación ofrecen una perspectiva práctica-teórica para el desempeño de profesionales y técnicos a modo de buscar comprender las relaciones entre comunidad y calidad de vida; cuyo campo de acción social es la transformación de situaciones que son visualizadas / y vividas como “ problemas”, “ conflictos”, “ necesidades” , en el ámbito de lo comunitario.
Las causas y razones de violencia, además de económicas y políticas, son también estéticas y éticas envolviendo el campo afectivo de las relaciones interpersonales y transpersonales de forma inmediata. Y como la violencia está en todas partes, sobre todo se ubica, de forma obvia, en los sectores donde existe mayor desigualdad social y económica.
La violencia es más común en las sociedades en que hay mayor nivel de inequidad, es decir, allí donde hay mayor desigualdad de ingresos y, por tanto, de posibilidades de desarrollo social.
La desigualdad genera violencia social, y es el factor que más se correlaciona con el fenómeno de la inseguridad. La desigualdad no es la única variable que incide en la violencia social, pero es la que mayor peso revela en todo el mundo, el problema de la violencia social expresa claramente la tensión entre democracia y desigualdad.
¿Hasta qué punto podemos hablar de democracia sobrepasados ciertos niveles de pobreza, desempleo, falta de oportunidades para la inserción laboral, carencia de vivienda digna y adecuada, procesos escolares discontinuos y de escasa intensidad, respuestas institucionales insuficientes y/o inadecuadas desde el sector de la salud?
Dentro del análisis de los mitos y prejuicios que sostenemos los ciudadanos respecto del tema de la violencia, cabe aportar que es un fenómeno transversal, es decir se produce en todos los segmentos o sectores de la escala social; también resulta necesario hacer fuerte énfasis como cierto que mejorando las condiciones estructurales de vida de los sectores y grupos poblacionales más desfavorecidos, se verán reducidos las situaciones de violencia, en tanto y en cuento se reducen los niveles de estrés, se mejora la calidad de vida a través de instancias de inclusión social..
En nuestro contexto actual la violencia mantiene una relación estrecha con la implementación de las políticas públicas o políticas de simulación, con la reducción del gasto social, con el desmantelamiento de los derechos laborales, con la falta de empleos, con la falta de oportunidades para que nuestros jóvenes puedan estudiar o trabajar, con la corrupción a nivel político, etc. En síntesis, con la falta de las condiciones para que la mayoría de los ciudadanos puedan acceder a un adecuado bienestar económico y a un óptimo desarrollo social y cultural.
Ante esta dramática reducción de los mecanismos para ingresar al mercado laboral, la gente ha tenido que buscar distintas formas de acceder a un ingreso económico. El espacio por excelencia a donde la gente ha tenido que salir para ganarse la vida ha sido la calle; la calle para el comercio informal, la calle para el subempleo, la calle para los trapitos, la calle para vender el cuerpo, la calle para vender drogas, la calle para vender diarios.
Está expulsión hacia la calle ha implicado salir a un escenario social ajeno en su mayor parte a la protección del Estado, y lo que esto implica, a la falta de seguridad en todas sus dimensiones. Y obliga a que también se salga a la CALLE a reclamar respuestas y a apelar a la solidaridad individual y colectiva para resolver situaciones que el Estado ausente o indiferente no resuelve.
La desigualdad que se vive facilita las condiciones para la violencia mediante el debilitamiento de los lazos familiares, la ruptura de la sociedad y las trasgresiones cometidas con el fin de acceder a bienes, que la propia sociedad promueve, pero a la vez escatima.
La opción para empezar a revertir esta problemática tiene que ser: mayor inversión en cultura, en educación, en trabajo, en viviendas, en alimentación, y que todo esto se vea reflejado en cada sector de la ciudad iniciando por los sectores más vulnerables, pero fundamentalmente en que nuestros gobernantes tengan la decisión política de implementar políticas públicas.
(*) Analía Álvarez (M.P 2289 Lic en Servicio Social, Especialista en violencia familiar)
Viviana Baragiotta (M.P. 3557 Lic en Servicio Social, Especialista en violencia familiar)
Podrian haber resumido los 12 años de kirchnerismo en esta nota y quedaba mejor explicado, mis peronchitas inquietas !