Argentina-Francia, Mundial Rusia 2018. Una eliminación entre la pena y lo obvio: con Messi o sin él, se impone una nueva era
Andres Eliceche, periodista del diario La Nación, oriundo de la ciudad de Ameghino, dejó plasmada con su pluma lo que fue el adiós de la Selección.
«Desfigurada por un adiós que llegó demasiado pronto, la selección escribió su final en el Mundial Rusia 2018 con una letra borroneada, hija del andar errante de quienes la pulsan. Tenía razón Jorge Sampaoli ayer, cuando anticipó que sería el juego, y ya no el coraje, el eje del partido. Y Francia tuvo mucho más de eso que la Argentina, incluso para reponerse de un impensado 2-1 en contra al principio del segundo tiempo. Fue Kylian Mbappé el protagonista de la película y no el otro 10 que habitó la cancha, aquel al que la selección se encomienda desde hace años para disimular sus fallas estructurales. Y no hubo un Lionel Messi épico esta vez sino uno mucho más terrenal, con los altibajos que marcaron su camino en su cuarto Mundial. ¿El último de su vida? Difícil saberlo ahora, cuando el dolor de la eliminación lo cubre todo.
Lo que no tapa esta derrota es lo obvio: al final, este deporte es tan lógico que aquí ganó el mejor de los dos. El que tocó todas las teclas posibles mejor que su rival: jugó, corrió, luchó y encima goleó. Ganó el más armado, el que tuvo tanta resiliencia como había tenido la Argentina el martes para levantarse y salir adelante. Pero Francia no es Nigeria, qué duda cabe. Y lo peor, Argentina no sabe bien quién es. ¿Activará este cachetazo prematuro el adiós a la selección de lo que queda de una generación ilustre, la de las tres finales consecutivas? Todo indica que ahora sí llegará el tiempo de la refundación.
En ese reacomodo estaban cuando se desató la catarata de goles, un sube y baja de emociones, un desquicio para la táctica y todo aquello que los entrenadores pretenden controlar. La Argentina pasó del 2-1 a favor al 4-2 en contra en mucho menos de lo que tarda uno en armar las valijas para volver a casa. Por Mbappé, claro, una gacela imposible de defender. Pero también porque la selección, aturdida por los tres golpes en continuado, apenas tuvo respuestas para volver a levantarse. Queda en la retina el gol de Agüero en el descuento y ese centro siguiente que pasó de largo. Bien extraño hubiera sido llegar al alargue, a juzgar por lo que había ocurrido. La última imagen de la tarde se coronó con una figura linda: el reconocimiento del público argentino a sus jugadores con aplausos de agradecimiento mientras Francia bailaba su felicidad.
La selección se fue de Rusia entre la resignación y las lágrimas, sin acercarse ni un poco a los planes que el fútbol, se suponía, podía tener entre manos para Messi.»