Dos villeguenses, alumnos del CBC en la UBA, realizaron un comentado trabajo sobre la legalización del aborto
Tomás Sienra, de 22 años cursa por Bibliotecología y Francesco Tamburi, de 19, lo hace por Derecho.
La casualidad hizo que coincidieran en una de las clases donde el profesor de Sociología, en uno de los parciales de la materia, les propusiera trabajar en un análisis acerca de un tema candente como es el referido en el título.
Los villeguenses debieron adaptar la ponencia realizada por el filósofo Sztajsznrajer, invitado especialmente para tal fin, luego que fuera una de las voces oídas en la Cámara de Diputados cuando el tema comenzó a ser debatido.
Valiéndose de ello debieron explicar de qué manera se relacionaba el discurso del filósofo con lo que decán los autores que los estudiantes vieron en la cátedra.
El resultado, textual, que ha tenido especial repercusión en diferentes ámbito, lo publicamos a continuación.
«Es interesante, al momento en que nos fue encomendada la presente actividad, la manera, condiciones y abordaje que le fuéramos a dar a la misma. Pretendemos que este trabajo resulte una obra de divulgación y a la vez una obra de culto con aspectos imprescindibles para comprender la historia de la sociedad y cómo la religión (catolicismo, en este caso) es protagonista en lo visible y en lo no visible en decisiones que a todos incumben, a priori la temática del aborto, como materia de debate político y social; esperamos conjugar acertadamente rigor y amenidad para descubrir nuestra propia identidad estimulando la capacidad humana de hacerse preguntas, en este caso, tomando el rol de sociólogos, jugando a ser profesionales, en la manera más fidedigna en que nuestras aptitudes así lo permitan e intentando dar con un discurso responsable. Es necesario entonces, fundamentar los textos a desarrollar con nuestras vivencias o pensamientos del orden social que habitamos, como sujetos sociales aprehendidos a la cultura
que nos atañe. Como bien explica Alvin Gouldner siendo sujetos y objetos de estudio (monismo metodológico), entendiendo dónde estamos parados y en que problemáticas nos vamos a sumergir reconociéndonos como agentes de cambio desde el punto de vista reflexivo.
De tal manera, consecuentemente, que cada lector se plantee el sentido común como algo preestablecido y no deje de lado el cuestionarse y plantearse las alternativas. Nuestro objetivo principal en este trabajo, el de incomodar y cuestionar, puesto en palabras de Pierre Bordieu es el siguiente: “la sociología incomoda por el hecho de que es una ciencia crítica que revela las cosas ocultas, reprimidas o censuradas, poniendo en tela de juicio la posición de los dominantes en los diferentes campos que conforman el espacio social.”
La discusión, en un primer acercamiento, nos lleva a pensar por qué se está queriendo despenalizar el aborto cuando el aborto es un asunto social (y de salud pública) al cual nos habituamos a no hacerlo público y a reservarlo a una cierta esfera privada de la sociedad (ilegalmente), la cual posee injerencia sobre los individuos en particular sobre su concepción de lo que se conoce como moral, que no es otra cosa sino una normalización de un juicio o cosmovisión colectivo, que tiene una historia que la justifica, aceptando o discerniendo que es lo que está bien y que es lo que está mal, por sobre el juicio de terceros (no profesionales) los cuales en un hipotético caso de defensa de sus convicciones pueden llegar a ser condenados socialmente al diferir de la moral que predomina produciendo o provocando así la decisión del Estado de acallar voces de quienes considere menos idóneos para la proyección de discursos que los profesionales como Darío Sztajnszrajber.
Consideramos que, en base a la evidencia que la misma historia de la sociedad se encarga de divulgar a las generaciones contemporáneas, es decir, a nuestras biografías, es de vital importancia plantear el surgimiento de la religión como el surgimiento de una institución que reclama para sí (con cierto éxito en la medida que genere adeptos) el dominio de la moral pública, generando patrones de conducta, parámetros de acción y la estigmatización de aquellos quienes amenacen sus principios. Consideramos también, que la práctica del aborto significa un ataque frontal al dogma religioso, en tanto penetra en un tema tan arraigado a las bases de la religión. El catolicismo, se conserva resguardado por una gran y endeble burbuja, que siguiendo a Berger y Luckmann denominaremos universo simbólico. La irrupción en esta burbuja, lógicamente, la rompería, dejando expuesto a la religión a los peligros del clima hostil del exterior (la parte de la sociedad que no comparte sus ideales). Además, en su carácter de universo simbólico, esta institución, la religión, precisa indiscutidamente de un método de volver a atraer a los desviados a la burbuja, haciéndoles creer que esta es la única opción por medio del cual obtendrán el bien de la honra y la vida después de la muerte; esto no es otra cosa que la terapia. De manera similar, y en plena concordancia con el concepto de mecanismo teórico de integración, dicha terapia contempla también el objetivo de retener a aquellos que ya están dentro de la burbuja; aquí jugaremos un poco, puesto que el concepto de habituación se consolida en el método más sólido de legitimación de la religión. Lo que se quiere decir con esto, es que un religioso, en la medida en que normaliza las acciones, las habitualiza, las integra a su rutina, no está haciendo otra cosa que legitimar a la religión. No todos los hábitos se transforman en instituciones, pero todas las instituciones son hábitos. Existe también, a nuestro juicio, una tercera variable en el mecanismo teórico de terapia, esta es, la potestad en ejercicio de la plena voluntad de los adeptos a una religión de pregonar sus creencias para tratar de integrar a las otras partes de la sociedad a su universo simbólico. Se podría considerar una última instancia de un acercamiento amigable. Ahora bien, pasadas todas estas instancias, y no resueltos los cabos sueltos que se traducen en la pérdida de seguidores y por lo tanto formación de una parte de la sociedad en oposición cada vez más grande, es aquí, que sigue la aniquilación. Tal como en la llegada de los españoles a América, el recurso de la religión, en los casos que fracasa la integración por propia voluntad del sometido, en el que concede su derecho de culto, es la aniquilación, tanto en sentido expreso como imaginario. Sztajnszrajber dice así en su discurso “En nombre de la verdad se han cometido los más grandes exterminios de la historia.” Entendemos que en la actualidad si bien no de manera brutal y física, la aniquilación se da de manera ideológica. Además Sztajnszrajber sostiene: “Creo que es mejor no discutir metafísica para dirimir cuestiones públicas. Dejemos las discusiones metafísicas para nuestra formación existencial, para la elección que hacemos de nuestra forma de vida privada, para definir con quienes queremos forjar amistades; pero para construir el orden social y convivir con la diferencia del otro, hagamos política.” Vamos a explicar cómo se relacionan ciertos puntos aquí expresos con la religión. Como ya explicamos previamente, la religión se constituye como una institución, con una legitimación cuyos sedimentos no son sino otra cosa que los hábitos de los religiosos. Como cualquier institución, impone normas y baja línea, que son acciones fundamentales para el establecimiento de su legitimidad. Esta legitimidad, dicho sea de paso, y con el debido respeto, tiene su forma pre teórica: a través de proverbios, refranes, leyendas, mitos y testimonios que no prueban otra cosa sino una versión de la realidad del pasado relatada arbitrariamente por quienes escribieron su piedra fundamental, esto es la Biblia. Debe entenderse el uso de términos tales como leyendas o mitos, porque efectivamente, se define a leyenda como una “narración popular que cuenta un hecho real o fabuloso adornado con elementos fantásticos o maravillosos del folclore, que en su origen se transmite de forma oral”; y al mito como “historia imaginaria que altera las verdaderas cualidades de una persona o de una cosa y les da más valor del que tienen en realidad”. Y cierto es que no hay base empírica que sostenga las cualidades “divinas” de Dios: las personas no suelen caminar sobre el agua o multiplicar peces y vino. Precisamente de esta caracterización divina, suprema del Dios omnipotente deviene el temor inculcado a los creyentes, y la contradictoria idea del buen religioso como “hombre temeroso de Dios”. Contradicción la cual deriva en inquietudes particulares que motivan a plantearse como problemas sociales, cuestión sobre la cual nos detendremos a desarrollar posteriormente con mayor detenimiento.
Es importante resaltar la relación íntima entre los modos de justificación de la religión y la metafísica, para lo cual volvemos a citar al autor del discurso sobre el aborto expuesto frente a los diputados: “La metafísica es una concepción de las cosas que excede toda posibilidad de comprobación última y que por ello termina siempre auto justificándose a sí misma.” Justamente, en este principio se basa la religión, la religión es metafísica: no hay modo de comprobación última de la existencia de Dios, sino a la atribución de casualidades como producto de la obra de Dios. En consecuencia, no podemos comprobar la existencia de Dios, ni tampoco comprobar su inexistencia. Por ende, todo el fruto de la religión, lo normalizado o habitualizado que ataña a la sociedad adquirido a través de esta institución, no puede comprobarse. Por ello la religión siempre termina justificándose a sí misma. La base de la religión, es decir, la existencia de Dios, es fundamentada por los pilares que surgen de la presunción de su misma existencia. Como dice el filósofo Sztajnszrajber “no estamos hablando de otra cosa que de la posverdad.”
La religión si bien no fue concebida en un primer momento con fines políticos, es innegable la influencia de esta sobre las decisiones políticas. Esto se sucede del papel fundamental que juega la religión como autoridad moral de la sociedad. “Una de las razones básicas por las que nos engañamos y mentimos a los demás es porque somos hombres morales.” (A. Gouldner, Una sociología reflexiva). En consecuencia, la religión, al imponer sus valores morales, sentencia ciertas decisiones personales, en particular de las mujeres, expropiando su derecho a decidir sobre su cuerpo, anteponiendo su idiosincrasia o concepción de mundo social ideal antes que la salud pública. De aquí se desprende una doble moralidad: por un lado, pretende obligar a la mujer a no abortar para defender el derecho a la vida del feto y por el otro, ignora la realidad de que miles de mujeres mueren abortando clandestinamente. ¿Es entonces una vida superior a la otra?
La religión como institución no es dinámica, pues no permite la revisión de sus valores morales y las normas tácitas o explicitas que reglamentan su defensa y ejercicio. “Por eso nunca podría haber acuerdo entre posturas metafísicas, por ejemplo, jamás podría haber acuerdo entre un creyente y un ateo, en temas como la existencia de Dios, o la existencia del alma, o sobre del universo.” (Darío Sztajnszrajber)
Siempre que en la historia, dentro de una misma corriente religiosa, han surgido discrepancias entre las partes que la conforman, sean estas motivadas por intereses personales o por alguna crisis existencial que dé pie a quejas y voluntad de reformas (como por ejemplo la reforma luterana), inevitablemente han derivado en segregación, diseminación y guerras religiosas. En relación a un culto especifico, a una religión dada, uno es o no perteneciente. No pueden coexistir dos corrientes dentro de una misma institución religiosa en tanto persigan objetivos opuestos, puesto que ambas tratarían de buscar la legitimación de sus intereses particulares, entendemos que si un creyente o varios, tomaran su postura a favor de la despenalización del aborto sería un ataque a su misma institución, transformándose en detractores y desentendiéndose de los principios de sus ideales, resultándole a los demás integrantes como un agravio; indefectiblemente, esto transmuta en una nueva o nuevas corrientes religiosas, que a su vez buscaran instaurarse como religión. Por lo tanto, la religión como institución es autoritaria. Este concepto es de vital importancia a la hora de ponderar la influencia de la religión en la historia de la humanidad, en particular aplicado a la tolerancia o no tolerancia del aborto.
La reiteración de la frase “Política, no metafísica”, de Sztajnszrajber, se entiende como estrategia de convicción hacia la Cámara de diputados, intentando transmitir un concepto claro e incisivo, porque también representa la búsqueda de separar desde un principio la discusión de inquietudes personales y dar cuenta de los problemas sociales.
Desarrollados ya con detenimiento todos los conceptos considerados pertinentes anexados a la religión concebida como institución y los principios que de ella se desprenden, ramifican y así modifican y establecen ciertos tipos de valores, ahora vamos a dar cuenta de por qué y cómo el Estado es el medio que vehiculiza en un sentido o en otro la cuestión que le sea presentada como problema social en virtud del bienestar general decidiéndolo democráticamente, siendo este contexto uno en el que ninguna verdad es absoluta, sino que hay multiplicidad de verdades individuales, y citamos “No pueden convivir nunca la democracia y los absolutos. No pueden convivir nunca la democracia y la verdad. Es que si hay una verdad y alguien cree poseerla, entonces al otro se lo ningunea, se le quita entidad (y automáticamente se lo convierte en un enemigo o en un ignorante o en un asesino)” (Sztajnszrajber).
¿Por qué decimos que el Estado es el medio que vehiculiza la cuestión que le sea presentada como problema social, y en virtud del bienestar general? En primer término, porque según la definición de Max Weber, en lo que éste entiende como Estado, es una organización política que en un espacio determinado y para una población específica, reclama para sí con éxito el monopolio legítimo de los medios de coerción (Economía y sociedad). ¿Qué queremos decir con esto? El Estado es consenso, pero a su vez es fuerza bruta. Representa la fuerza necesaria para hacerle frente a cualquiera sea el individuo que vaya en contra de sus propósitos, y aquí damos lugar a la ilustrativa concepción de Hobbes en “el Leviatán”, en una clara analogía con respecto a la investidura del Estado visualizado en una bestia gigante. Hobbes sostiene que “los hombres establecen esta restricción de sí mismos, buscando el cuidado de su propia conservación y el logro de una vida más armónica.” El fin del Estado es la seguridad. Esta bestia bruta, capaz de dar asilo a los ideales religiosos, de hecho los tiene íntegramente incorporados. Sobran los ejemplos: por nombrar uno, la Constitución Nacional en su Preámbulo establece: “invocando la protección de Dios, fuente de toda razón y justicia: ordenamos, decretamos y establecemos esta Constitución, para la Nación Argentina.” En segundo lugar, el rol protagónico del Estado en su carácter patriarcal y defensor de los dogmas y valores morales en los que se basa la religión. Este rol que dicho sea de paso, impide la independencia del Estado respecto de la religión para discernir en cuestiones que atañen a la integridad de las mujeres y su búsqueda de equidad, no debiendo ésta ser confundida con la igualdad. Entendiéndose la equidad como la “cualidad que consiste en dar a cada uno lo que se merece en función de sus méritos o condiciones”. Entendiéndose también, en consecuencia, que en la medida en la que una mujer puede concebir la vida en su vientre, no solo merece lo mismo que el hombre, sino el resarcimiento en base a los daños que puedan ocasionar los modos y condiciones, clandestinos e insalubres en este caso, en los que hoy en día incontables mujeres toman la decisión de interrumpir el embarazo de manera ilegal, porque el Estado no se hace cargo. En este caso el vehículo (el Estado) permanece estacionado, mirando pasar los autos, no dando lugar a las causas que deberían motivar su movimiento hacia su destino, siendo este destino la plena vigencia, eventual aseguración y respeto irrestricto de la toma de decisiones de los individuos, en este caso mujeres, respecto de su propio cuerpo.
“Todo el mundo tiene derecho a incautarse de su propio yo, derecho en apariencia inalienable, pero de hecho sumamente esquivo y fácil de soslayar. Solo unos pocos afortunados pueden honestamente proclamarse dueños de su propia alma. Lo paradójico es que ese yo que configura la esencia misma de nuestro ser no nos es dado de antemano, sino que debemos descubrirlo, tomar posesión de él. Durante el lento y difícil proceso del crecimiento, además, son numerosos los elementos que conspiran contra la materialización de un don tan precioso.
Para tomar plena posesión del yo es preciso que, desde la infancia misma, el ser humano haya gozado con largueza del amor que le prodigan sus padres, ese amor que realza su persona por el deleite mismo que provoca su mera existencia. Pero la mayoría de los niños se ven obligados a ganarse el amor que por derecho natural les corresponde. Y todo amor que debe ganarse no es sino amor falso. No obstante, el pequeño no tentará con su facsímil, por el que ha de entregar su alma. De modo heroico y patético va convirtiéndose en lo que sus padres desean que sea, a cambio de lo cual recibirá signos de aprobación disfrazados de amor. He ahí el siniestro convenio en que se funda gran parte de la vida en familia.”
-Paul J. Stern, psiquiatra (Nuevo elogio de la locura)
Con este pasaje damos inicio a la última parte de nuestro trabajo, en la cual declaramos a la familia como institución encargada de transmitir la dialéctica de una generación a la otra, ya que internaliza los objetivos para luego externalizarlos con el fin de que no queden en el bazar de los tiempos, así es como, desde que somos niños, durante nuestra infancia, recibimos lo que Berger y Luckmann definen como socialización primaria: nos atrapan y constituyen de un modo casi inquebrantable metafóricamente siendo las redes de nuestro universo simbólico como individuos, con nuestra propia biografía, en contextos dinámicos de nuestra historia universal. Por otra parte, teniendo en cuenta las vicisitudes que puedan emanar de la acción primaria de socialización, en gran medida contempladas en el texto citado con anterioridad, aparece en escena una nueva etapa que divide a la vida humana en dos etapas distintas sustancialmente de aprendizaje e incorporación de conocimientos y del mismo individuo a la sociedad. La socialización secundaria se presenta así como la posesión del individuo o sujeto del derecho adquirido a formar parte de la sociedad. De aquí se deduce que el mayor acopio de aprendizaje ya ha sido acarreado durante el proceso primario, ya que durante este se logró la obtención de las herramientas necesarias para el vuelco de lo teórico a lo práctico, esto es, la aplicación de los conocimientos en la sociedad. El individuo en etapa de socialización secundaria ya está capacitado para internalizar, objetivar y externalizar hasta su muerte. La multiplicidad de conocimientos y trabajos dividen a la sociedad por la ubicación de la esfera o mundo social en el que nacen y crecen.
Vistos los ya expresados conceptos y argumentos, en virtud de la exposición de nuestra postura a favor de la despenalización del aborto y su posterior normativización, con el fin de asegurar su óptimo ejercicio, brindamos un conciso análisis y/o resumen de lo estipulado en el presente trabajo, que a nuestro entender, obedece a la lógica de sucesión de acontecimientos implicados en la temática del aborto. El mismo explica los motivos de los obstáculos para su pleno ejercicio y se puede simplificar en la siguiente frase: la religión impone los valores morales, el Estado los vehiculiza y la familia los inculca.
Ya expuesto todo, dejamos una interrogante, la cual fue excusa y motivo de la realización de la investigación realizada y plasmada en el presente trabajo, con la intención de incomodar y alentar el cuestionamiento a aquellos que hayan llegado hasta aquí y de igual manera se encuentren en la vereda opuesta como así también en la misma: si la religión, en sus principios, tenía o tuvo la finalidad de perseguir ciertos valores de armonía y paz social, en esta situación, en la cual las mujeres mueren por la “bendición” de ser receptáculos del “milagro” de la vida y no poder decidir sobre sus cuerpos. ¿Qué haría Jesús hoy? ¿Acaso el no pregonaba la vida? ¿No fue este pensamiento lo que lo llevó a sacrificarse por su pueblo?
¿Es más valorable la “vida” de un feto que la de una mujer abortando clandestinamente?»
N d R: Las imágenes son ilustrativas, la de portada pertenece a La Nación.
Excelente trabajo Felicitaciones