Su historia es simple, desgarradora y triste (Escribe J.J. Prieto *)
Un análisis sobre la vida de Angélica Iriarte quien desde muy pequeña padeció de violencia intrafamiliar, y actualmente lucha por retomar el contacto con sus hermanos menores que sufren de una evidente alienación parental.
(*) Dr. Juan José Prieto, Farmacéutico Nacional – Mat. 13826 -Tres Algarrobos-
Hace algunos meses, la película argentina «Borrando a Papá», y que en su momento fuera censurada por presiones feministas, presentó en sus redes sociales una convocatoria para realizar su próximo documental, cuya temática central son las falsas denuncias efectuadas por mujeres en las que suelen expresar un maltrato, que en lo real no existe, y hasta a veces es al revés, con el fin de obtener algunas ventajas; que por cierto se las puede encuadrar en hechos violentos por la devastación psicológica y pública que genera en el afectado o en su entorno familiar.
Entre los puntos que son símbolos, o generadores, de mucha violencia se pueden destacar:
>las disputas por el dinero que debe pasar el padre en concepto de cuota alimentaria u otros gastos,
>la custodia de los menores que, y a pesar de lo recientemente legislado, quedan en poder de la madre, porque tradicionalmente se ha pensado que la mujer está mejor preparada para tal función y
>las falsas denuncias avaladas o sugeridas por muchos abogados.
Como bien lo he expresado en otras oportunidades estos ítems terminan provocando la obstrucción del vínculo con los hijos y generan niños huérfanos de padres vivos (los típicos padres borrados y que, luego, muchas acusan de «se borraron del hijo y se fueron a criar otros»).
En esta ocasión, y con la intención de graficar esta foto, contaré la historia de Angélica Iriarte quien narró en primera persona su lucha por proteger a sus hermanos pequeños de amenazas y maltratos de su madre, e incluso protegerlos de la desidia institucional argentina quienes hacen «oídos sordos» a sus constantes reclamos.
Angélica desde muy pequeña padeció de violencia intrafamiliar y actualmente lucha por retomar el contacto con sus hermanos menores que sufren de una evidente alienación parental; «mi padre y yo recibimos abusos y malos tratos por parte de mi madre; ella es una persona dulce y buena para la sociedad, pero puertas adentro es un monstruo».
Angélica, a pesar de no tener ningún impedimento legal hace cuatro años que no tiene contacto con sus hermanos menores, todo esto avalado por el Juzgado de Familia Nº 4 de Morón, a cargo de la jueza Gladys Noemí Pellegrini (una juez que se supone debe establecer justicia y hacer valer el derecho de los menores, a estar vinculados con toda su familia, por encima de cualquier interés personal).
Su historia es simple, desgarradora y triste
Angélica Iriarte hoy tiene 24 años y hace 5 años que no puede ver a sus hermanos Ángelo, de 17, y Agustina, de 13. Fue víctima de alienación parental y maltrato ejercidos por su madre; a los 19 años se fue a vivir con su padre. Ahora su madre y el Juzgado de Familia Nº 4 de Morón le impiden tener contacto con sus hermanos, también víctimas de alienación parental. «Los chicos cuando están con la madre, o simplemente la ven, se van corriendo; sin ella presente se comportan de otra forma; seguramente, y como a mí, los muele a golpes».
En noviembre de 2016, y después de haber agotado todos los medios para llegar a sus hermanos inició un proceso llamado «Derecho de Comunicación», en el Juzgado de Familia Nº4 de Morón a cargo de la Jueza Gladys Pellegrini -una herramienta legal que permite la re-vinculación familiar de forma gradual-.
Angélica expresa firmemente «Hace dos años quise estar en contacto con ellos, y mi madre sin mediar palabra me los retiró; luego apareció una perimetral en contra de mi papá, sin el haber participado. Ella le pegaba a mi padre para evitar el contacto; solía decirme que ¡¡él no me trae la plata, ni las cosas que tiene que traer!!; si yo le decía lo contrario me abofeteaba y me decía ¡¡vos tenés que hacer lo que yo te digo!!; también me obligaba a vigilar a mi viejo… ¡yo me crie así, viendo todo eso!».
“Mi madre es una persona peligrosa, durante toda mi infancia sufrí maltratos físicos y psicológicos; por cualquier olvido, por ejemplo un mandado, me caía una paliza. He visto como golpeaba a mi padre, una persona tranquila y muy pacífica, que nunca ha levantado la voz ni la mano para enseñarme algo. En vísperas de un parcial, cuando tenía 19 años, apuntándome con un cuchillo me amenazó de muerte ¡¡si vos te haces la loca vas a ver lo que te pasa!!; ahí decidí irme de casa». «Hoy tengo 24 años y no pude volver a pasar un cumpleaños con mis hermanitos. Mi papá fue víctima de falsas denuncias y peleó por recuperarme. Lo logró, pero no pudo con los más chicos. Ellos quieren verme, están enojados conmigo y dicen “no quiero verte” pero yo se que a la vez quieren saber de mí”.
Angélica ha solicitado informes en las escuelas de sus hermanos que le han sido denegados “por miedo a que tu mamá nos haga problemas” siempre le sugieren. Afirma no saber sobre la sanidad de los menores ya que la única que se preocupaba por los exámenes médicos y la salud de sus hermanos era ella «ni siquiera tienen las cartillas de vacunación al día».
Según sus expresiones Ángelo sufre del Síndrome de Asperger, aún así convive con una persona sulfúrica y conflictiva que ha protagonizado varios incidentes violentos, maltratando física y psicológicamente a Angélica y su padre.
Su historia es simple, desgarradora y triste; estimo que tanto Angélica como sus hermanos son víctimas de alienación parental, donde su madre los manipuló en contra de su padre.
Por todo, considero oportuno remarcar algunas de mis conclusiones vertidas en otras oportunidades:
– La violencia en el ser humano es como las burbujas en una gaseosa, una sin la otra no forman el todo; en base a este concepto estimo que es propia de la esencia del ser humano, no importa el género, por lo que mientras no sea tratada de una forma más integral van a seguir muriendo mujeres, hombres y niños u ocurriendo hechos de esta naturaleza y que, también, son parte de la convocatoria de Borrando a Papá;
– Para corregir socialmente a la violencia, el sentido común me dicta que lo primero que tendría que suceder es comenzar a tratarse, de una manera igualitaria, a mujeres y hombres; es decir, desde edades tempranas se debería trabajar en la igualdad absoluta utilizando a la educación, o formación, como una herramienta fundamental;
– Es necesario, y hasta esencial, trabajar en la custodia compartida, pero tangible, con una igualdad absoluta de derechos y obligaciones terminando de algún modo con los ventajeros de siempre;
– Legitimar lo que expresara Erin Pizzey, quien de niña vivió en carne propia cuan violenta podía llegar a ser su madre, en que la violencia no es una cuestión de género sino de patrones de conducta aprendidos durante la infancia (con quien coincido plenamente porque sino ¿cómo se justifican tantos «varones locos» que han sido criados solo por sus madres?).
En definitiva, como sociedad, y para que lo visible no se transforme en invisible, estamos obligados a cambiar un esquema social que es arbitrario, antiguo e injusto porque ya es muy habitual que los varones ayuden a criar a sus niños de una forma correcta, cosa que celebro por el bien de la igualdad y el crecimiento en las relaciones humanas; así como no podemos permitir que jueces a quienes, con nuestros impuestos, le pagamos sus honorarios hagan abuso de poder al crear un espacio corrupto en favor de un sexo y en contra del derecho supremo del niño a formar su intelecto e identidad. (En la foto de portada Angelica Iriarte y su papá)
Fuente: Entrevista de Angélica Iriarte para el programa radial «Sin Filtro Recargado», conducido por Pablo Ángel Rosina.