DE INTERES GENERAL: Violencia Familiar, el daño que persiste – Escribe Analía Alvarez (*)
Unos seis chicos se quedan huérfanos por semana en la Argentina debido a los femicidios de sus madres, a manos de sus parejas o ex parejas; cuyos padres son luego detenidos y encarcelados.
Los casos de los últimos días, tristemente ocurridos en las provincias de Buenos Aires, de Còrdoba, de Chaco, o en cualquier otro punto del país, son hechos referenciales de una problemática sin solución: el desamparo de los hijos de las víctimas y el infinito daño recibido de por vida. Ni pensar en el hecho de que ese padre, una vez liberado de la prisión, pueda querer revincularse con ese niño que tiene que vivir entre dos pesadillas: la del dolor por la muerte de su madre en manos del padre; y el derecho del padre y del niño, de vincularse con el padre ofensor, de quien mantendrá sentimientos altamente contrapuestos y claramente entendible: de amor y de odio, a la vez y hacia un mismo sujeto. Todo ello es propio de la violencia familiar y el cìrculo perverso, intergeneracional , que atraviesa a todas las clases y sectores socio-econòmicos-culturales de la vida en comunidad.
Hijos que son testigos o víctimas directas de la violencia sostenida, hermanos más grandes que deben hacerse cargo de sus hermanos más pequeños, tíos o abuelos que abrazan la manada que quedó huérfana, asumiendo roles de protección y crianza, ensamblando familias que quedaron rotas. Niños que deben cambiar de barrio, de ciudad o de entorno. Dichos niños serán albergados a veces en diferentes grupos familiares, institucionalizados y re-institucionalizados, separados de hermanos ante la (in) disponibilidad de recursos, seguirán un derrotero de intervenciones que los re-victimizaràn muchas veces, por parte de dispositivos y profesionales, inadecuadamente organizados y formados para el trabajo con víctimas de violencia.
Si tal vez, la Violencia Familiar no es una prioridad en la agenda de las comunidades y los gobiernos, al menos deberían ser pensados los niños como necesidad y prioridad, por parte de los distintos poderes del Estado. La sociedad civil debemos exigir que las respuestas aparezcan, porque tienen derecho a vivir dignamente con sus necesidades integrales cubiertas y recibiendo mucho amor.
Sin llegar a la expresión extrema del femicidio como resultante, las violencias familiares: en sus múltiples manifestaciones: maltrato y/o violencia física, emocional, económica, patrimonial, obstétrica, sexual, institucional; el abandono y/o las negligencias en los cuidados parentales, dejan ver el peor rostro del machismo. Los hijos son víctimas directas de estas conductas violentas, por muchas razones y por la implicación psico-emocional-fìsica en la que suelen quedar atrapados, a veces a modo de “ anzuelos o carnada “ para llegar a la madre, como excusa para acercarse a la casa, como “ instrumento “ para pegarle a la madre en lo que màs le duele: los hijos. En todos los casos los niños pasan a ocupar el lugar de “objetos , de cosas”, y no de sujetos, al igual que lo que ocurre con las madres: “ no son víctimas”, son sujetos que sufren, no son “encontradas muertas”, han sido asesinadas, violentadas, o golpeadas….Son víctimas del màs cruel de los delitos, por su gènero. Dentro de una construcciòn socio-històrica y cultural donde el macho ha sido el dominante, y la mujer ha quedado relegada a su rol de dominación, de sometimiento, de sufrimiento, de cuidado de los hijos, de vida en el ámbito domèstico, de protección a los màs débiles e indefensos de la familia ( los niños, los ancianos, el enfermo, el discapacitado)
Desde enero de 2008 hasta diciembre de 2015, la Casa del Encuentro, registra a nivel Nacional 2.518 hijos e hijas de mujeres asesinadas en el marco del femicidio, con 1617 niños y niñas que al momento del asesinato eran menores de edad.
El drama de la violencia de género extrema lejos está de dimensionarse sólo con los números de los femicidios, o con la escasa, o ausente estadísticas disponible en materia de violencia familiar a nivel nacional, provincial y local. Las ausencias violentas sacuden los entornos familiares, obligan a reacomodarse y caen como una bomba sobre las rutinas más cotidianas. Sobre la vida entera. Similar efecto cobra cualquiera de las manifestaciones y expresiones de la violencia familiar.
Hasta hace poco tiempo a los hijos se los denominaba “ víctimas colaterales” de la violencia, actualmente son visibilizados como vìctimas, al igual que los son sus madres. El niño que presencia como el padre o la pareja , o ex pareja , de la madre golpea a la madre, también son víctimas. Tristemente pensar el efectos que produce la violencia en la psiquis de una mujer vìctima de violencia, cuando al preguntársele como es el trato o el vìnculo del padre / o la pareja de la madre con los niños, responden “ no, con ellos no, es un buen padre….no tengo nada que decir o criticarle…”. Ahì se expresa claramente el daño y la colonización intelectual que el machismo produce en la psiquis y en las emociones de la mujer. Han sido anestesiadas, domesticadas, alienadas y estàn tan desorganizadas seguramente fruto del efecto de la confusión, la desorientación en que viven. Esa respuesta sintetiza todo. No se es “ buen padre”, cuando el mismo es quien golpea, maltrata física o emocionalmente a la madre ( y de este modo también a los hijos), todo lo contrario. Los efectos del padre golpeador sobre los hijos han sido investigados por la comunidad profesional internacional que se aboca a los estudios en materia de violencia familiar.
Un capítulo aparte es el tema de la revinculación de los niños con el padre ofensor, maltratador o abusador. Una vez mas en la práctica se ve como no se comprende ni dimensiona, ni el daño emocional que se ha provocado en el niño, ni se ha comprendido cómo el accionar del ofensor tenderá a reproducirse, con alguno de los hijos, en el corto o mediano plazo. Porque si hay algo que no se hace en la gran mayoría de las situaciones, es un abordaje preventivo, integral , con equipos de profesionales interdisciplinarios especializados, de la violencia familiar, incluyendo a todas las partes de la situación familiar: la victima, el ofensor y los hijos. Si no se aborda desde un encuadre terapéutico integral, los hechos violentos se repetirán, casi inexorablemente.
(*) Licenciada en Servicio Social- M.P nro. 2289- Especialidad en Violencia Familiar