Antonio, el hacedor de palabras
Celina Fábregues (foto de portada), una villeguense ligada desde muy joven a los medios de comunicación de la ciudad y perteneciente a una de las familias más tradicionales de General Villegas; publicó en su muro de Facebook, con el título que se aprecia, unas sentidas palabras, llenas de (sus) recuerdos sobre uno de los hombres más influyentes de la radio en la Argentina.
El escrito, como era de esperar, causó en gente de nuestra ciudad y otros lugares fuerte impacto, tanto, como la noticia de su muerte.
(En la imagen interior, Antonio con el padre de Celina, Juan Fabregues)
«Locutor, periodista, hombre de la radio y la televisión. Todo eso, pero también más. Un vecino de Villegas. Un personaje de Buenos Aires, un hombre del mundo.
Antonio es un hablador, una voz cálida repleta de matices que nos identifica, nos sostiene y nos define.
Toñito, Tony, Antonito, Tonito, Tono, Flaco, Lungo o Peladilla. Maestro de locutores. Partenaire de Borges, Tita, el Polaco, Don Ata o Diego Maradona.
Antonio tuvo el don de navegar los extremos. Saltó de la propaladora del pueblo a los micrófonos de Radio Rivadavia. Las discusiones por los exabruptos del Contra y la búsqueda permanente de su aureola, como él llama a eso especial que hay en cada ser humano.
En su biblioteca conviven incunables, fotografías, cartas, retratos, carátulas, portadas y recortes de revistas, que se mezclan con el perfume de las magnolias de la casa de Doña María, que invadían la sala mientras Hartmann y Beethoven aparecían entre sus dedos y las teclas del piano. Y casi como en un descuido mentiroso, las ligó a Proust, porque sabe que un aroma, un color o un sabor pueden despertar infinitas metáforas.
Según Antonio, el hombre se explica sociológicamente por el barrio, por quiénes fueron sus padres. Se explica genéticamente por dónde viene y cómo es su raza, como los caballos de carrera. “Yo me puedo explicar a mí mismo, explicándome Villegas. El chacarero que hay en mí ha evitado que cayera en algunas trampas de la farándula y de la gran ciudad”, reconoció alguna vez íntimamente.
El hombre detrás del micrófono tiene la habilidad única de unir en un mismo relato, la emoción del recuerdo de Amadeo Carrizo entrando con la Copa de las Naciones al estudio de Sábados Continuados, con la forma que Ricardo Güiraldes utiliza para describir el momento en el que entra al boliche Don Segundo Sombra.
Apasionado por el fútbol, pasó por la Tribuna Caliente para hablar de Menotti, del mundial, de Maradona, de Distéfano o de Sanfilippo, y ocupó cientos de veces una mesa en el club, para hablar del Eclipse del 42, el Atlético del 32 o el Sportivo del Pibe Lus.
La riqueza de Antonio abarca el nacimiento arrabalero del tango, desde las primeras composiciones hasta La cumparsita, desde las guitarras robadas al flamenco hasta el bandoneón de Arolas, desde la maestría poética de Homero hasta la magia extraordinaria de Troilo y Piazzola.
Antonio fue amigo de la persona, no del mito, de Pichuco antes que de Troilo, del Polaco antes que de Goyeneche. Muchos lo admiran por su carrera, otros lo recuerdan como presentador de aquellos bailes de carnaval con orquestas populares y otros como el pibe de 22 años que salió de Villegas con la convicción de que no basta con querer, sino que hay que trabajar duro en lo que se quiere. Mover la pieza correcta, estudiar la jugada, resistirle con el peón a Fischer o provocar un jaque mate sobre el tablero del barrio.
Azul y amarillo, combinados y en franjas. Los guisos en invierno, y chorizos a la parrilla en cualquier momento. Las camisas, los pañuelos, la boina de Vigo y los pijamas. Y el verano por los caminos de tierra de la Pampa, adonde trajo sus autos importados a contaminarse de su paisaje.
La voz de Antonio, desde la luz del día o la profundidad de la noche, seguirá hablando, porque ya ha trascendido su propio sonido. Recibimos de legado parte de sus recuerdos que nos llevan hasta la laguna del parque, para cazar ranas con cañas de pescar inventadas con hilos y trapitos rojos. Antonio está, como Funes el memorioso, no sólo en cada hoja de cada árbol de cada monte, sino en ustedes, en nosotros, en todos.»
Celina Fabregues
Mucha gente homenajeandosé a sí misma con la excusa de hacerlo con Carrizo.