Todos tenemos algo para mostrar (General Villegas)
Los villeguenses, en este caso, al igual que los pintenses, en otros; experimentan u observan distintas situaciones dignas de ser reproducidas o contadas.
En este caso tres situaciones bien distintas entre si, con las que los invitamos a que nos envíen aquellas «postales» propias o ajenas que consideren valgan la pena compartir.
Esta primera instantánea tiene a dos Mario como protagonistas. Uno el que porta la maceta en su cabeza y el otro el que le sacó la foto.
Mario Gómez es quien el jueves por la tarde transitó por calle Belgrano, pleno centro de la ciudad, con una maceta sobre su casco mientras circulaba en su moto. Consultado, aseguró que no se trataba de una broma, todo lo contrario; al adquirir la maceta y trasladarla en la moto no tuvo más opción, es decir; llevarla en la mano le exigiría un manejo poco seguro, ponerla sobre el tanque del rodado se lo rayaría y para ubicarla en la parte trasera de su asiento debía atarla y correría el riesgo de que se cayera. Por lo tanto, ingeniosamente se decidió por lo que en Distrito Interior les estamos mostrando.
La anécdota más curiosa no fue que Mario Soria, acompañado de su cámara fotográfica en ese momento le pidió sacarle una foto a la que se negó, sino que al llegar a la intersección de Belgrano y Alvear había dos controladores de tránsito, uno de los cuales, intentó detenerlo sorprendido por lo que observaba y al disminuir la marcha, el compañero vio que debajo del objeto en cuestión, llevaba el casco reglamentario, por lo tanto pudo continuar sin inconvenientes hasta su casa.
En la segunda situación, observamos dos cuestiones; una la ocasional formación de mayor a menor para posar en esta fotografía. La otra, la predisposición de Cacho Garay (antes de su show en la ciudad) y su compañera al pasar por Cuando Nadie Me Ve de no dudar en inmortalizar ese momento en General Villegas junto a estas sorprendidas admiradores del cómico; así es como vemos (de izquierda a derecha) a Cintia Balderein, Marita Cognini y Gladys Luján en pleno centro de la ciudad.
La tercera y última, es la pieza obtenida por Luis Gaspar Fábregues en un coto de caza en la provincia de San Luis la última semana de Noviembre.
En las fotos se lo ve con un padrillo de jabalí que pesó 80 kilogramos aproximadamente.
El cazador en cuestión está dedicado a la caza de estos ejemplares desde los 25 años. Con este hobby o deporte se inició cazando liebres, vizcachas, chanchos y más tarde ciervos.
Esta práctia la realiza generalmente cuatro veces al año.
Por mucho que pretendan disimularlo y vestirlo de nobleza, de gesta, por mucho que pretendan sentirse como aventureros intrépidos que se introducen en la naturaleza, los cazadores hacen lo que hacen, y son lo que son: asesinos que disparan a todas aquellas pequeñas aves y pequeños mamíferos que se cruzan en su camino. Esto es innegable.
Hay una realidad objetiva que acompaña a la caza: dolor, violencia, muerte, agonía, acoso, sangre, vísceras, carne desgarrada, terror, persecución, agresión, crueldad, placer por matar…
Todas las valoraciones que los cazadores hacen son subjetivas, son interpretaciones retorcidas, son poesía barata y demagogia: el retorno a la naturaleza, el encuentro cara a cara con el animal, el ritual milenario, etc… Todo eso simplemente explica que sienten placer por lo que hacen, pero sentir placer no justifica matar.
Se escudan en la educación que todos hemos recibido y a todos nos han inculcado desde la escuela, según la cual, si una criatura no es humana, hagas lo que hagas con ella, no estás haciendo nada malo.
Cazar sí es matar. Cazar es cruel. Cazar es injusto. Cazar es matar a quien no puede defenderse. Cazar es abusar del débil. Cazar es cobarde y despreciable.
Yo no puedo creer que haya gente que goce por matar un animal, sea cual fuere, desde un pajarito a un animal de gran porte.