Hoy 20 años sin Roberto Mouras
El 22 de noviembre de 1992 su vida se apagó por un accidente en el semipermanente de Lobos. Sigue siendo el dueño del récord de victorias consecutivas. Y el cariño del público hacia él se mantiene vigente.
Pasaron ya 20 años de aquel domingo fatídico de TC. En el semipermanente de Lobos, la fiesta de pronto se convirtió en drama cuando contra ese maldito talud de tierra, que paradójicamente pretendía ser un elemento de seguridad, quedó la vida de Roberto Mouras, uno de los grandes del TC. Un viaje a la eternidad que emprendió también su acompañante Amadeo González. Veinte años que parecen muchos pero que sin ser la “nada” que eternizó el tango no han sido los suficientes para atenuar esa idolatría por Roberto. Esa que se nota en cada circuito que pisa la categoría, aunque ésta ya no sea la misma de los tiempos en que Roberto lideraba en semipermanentes y autódromos con Traverso, Gradassi, Marincovich, Castellano, Satriano, los Aventín, De Benedictis. Qué tiempos, qué TC. Menos marquetinero, más humano.
Encajaba justo Mouras en aquel TC. Porque no le requería esa dedicación exclusiva que tampoco estaba dispuesto a darle por sus otras obligaciones como empresario y por sus deseos de disfrutar de la vida. Igual, cuando se subía a un auto de TC, ganador nato como era, lo daba todo. La prueba es que dio hasta la vida en pos de atrapar ese título con Chevrolet que en el 76 se le había escapado, pese a que con el legendario Siete de Oro hilvanó una serie de seis victorias consecutivas, en un récord que sigue tan vigente como su idolatría y que difícilmente pueda caer en estos tiempos en que se “castiga” a los repetidos vencedores. A propósito ¿Qué diría Roberto al escuchar a sus actuales colegas repetir sin rubores que no conviene ganar? Seguramente deslizaría un gesto de incredulidad sin decir palabras, en fidelidad con ese bajo perfil que cultivó dentro y fuera de los circuitos, sin que esto le quitara ni un poco de su grandeza humana y deportiva. Por el contrario.
“Chevrolet es la novia que más amé pero con la que nunca me pude casar”, decía al recordar que para lograr sus tres títulos y la mayoría (28 sobre 50) de sus triunfos le había tenido que ser “infiel” con Dodge. Pero como todo enamorado volvió a lo que mandaba su corazón para cumplir el deseo con maduros 44 años. Lástima que, como tantas otras historias de amor, terminó trágicamente. Hace hoy ya veinte años.