El pintense «Pichi» Quiroga vuelve a la utilería de River Plate
El “Pichi” Raúl Quiroga, nacido en General Pinto, donde vivió hasta su adolescencia y ciudad a la que siempre retorna para visitar a su madre, hermanos, otros familiares y amigos, vuelve a ser el encargado de la utilería del plantel profesional del Club Atlético River Plate, institución a la que ingresó hace más de dos décadas, para desempeñarse en distintos puestos y llegar al poco tiempo a ser el titular de la utilería de la “Banda”.
Precisamente el regreso oficial por un torneo de l Asociación del Fútbol Argentina (A.F.A.) será en el estadio “Eva Perón” de , cuando los de Núñez enfrenten como visitante a Sarmiento de Junín.
Con la llegada de Daniel Alberto Passarella (ex jugador de Sarmiento de Junín, River, la selección nacional y Fiorentina de Italia) a la presidencia de la entidad de Núñez, el “Pichi” Quiroga comenzó a trabajar en funciones similares en el predio que en Ezeiza tiene el C.A.R.P., quedando la jefatura de la utilería en manos de Carlos Peralta, amigo del ¨”Kaisser” nacido en Chacabuco.
A fines de diciembre pasado, la dirigencia que encabeza Alfredo D´Onofrio y el director técnico Marcelo Gallardo, resolvieron desplazar definitivamente a Peralta y con ello, Raúl Quiroga volvió a su puesto en la utilería de River, por lo cual -junto al plantel profesional y cuerpo técnico- tendrá un año ajetreado, con muchos viajes al exterior y la participación de los “millonarios” en distintos torneos en el país, como las copas de verano, el torneo oficial, Copa Argentina y enfrentamientos por copas con San Lorenzo y Huracán.
Un ritual que se repetirá para el pintense Quiroga
El ritual se repitirá ineludible en cada jugador de River que transita por otras tierras. Casi como una sistemática manera de retribuir el afecto recibido. Lo hicieron Enzo Francescoli, Hernán Crespo, Ariel Ortega, Marcelo Gallardo, Javier Saviola, Pablo Aimar, Leonardo Astrada, Marcelo Salas, Matías Almeyda, Fernando Cavenaghi, Germán Burgos, Santiago Solari, Esteban Cambiasso, Daniel Montenegro y sigue la lista.
En los fugaces regresos a la Argentina se hacen un hueco en sus nutridas agendas para darse una vueltita por la utilería del club, saludar, compartir unas rondas de mate y dejarle un souvenir al “Pichi” Quiroga.
También pasaron por allí otros astros que no estuvieron en River pero que deslumbraron en el contexto mundial, como Diego Maradona, Gabriel Batistuta, Lionel Messi, entre otros.
Hasta Raúl, el emblemático delantero del Real Madrid, le hizo un obsequio. Esos souvenires son camisetas, y gracias al permanente peregrinar de los jugadores se armó un mini museo conformado por más de 400 casacas de equipos (y selecciones) de distintos lugares del mundo.
Quiroga estuvo anteriormente casi 20 años en el vestuario “Millonario”. Desde esa posición silenciosa, casi anónima, carga sobre sus espaldas 13 título locales, una Copa Libertadores, una Supercopa y la Recopa Sudamericana.
“Este es un trabajo hermoso, que me ha dado muchas satisfacciones y me permitió conocer el mundo. Pero todo se lo tengo que agradecer a los jugadores, que más allá de que crezcan y progresen siempre se acuerdan de mi y cuando vuelven al país se dan una vuelta por el vestuario para saludarme”, recordó el “Pichi” Quiroga.
En cuanto a las tareas que volverá a realizar, destacó que “Nosotros llegamos al Club siempre temprano. A eso de las 6 ya estamos en la utilería, así que a esa hora tenemos preparado el mate. Hay algunos muchachos que vienen temprano para tomar con nosotros, para conversar de las familias, porque no todo es el fútbol. Ellos también se preocupan por lo que pasa alrededor. No es que se meten en la cancha y se olvidan del mundo. También sufren.
Me acuerdo del ´Mencho´ Medina Bello, de Hernán Díaz, de Enzo Francescoli, el ´Flaco´ Comizzo, Escudero, ´Riki´ Rojas, un montón. Los otros uruguayos, Zeoli, gente que venía de afuera y se adaptaba a nosotros. Porque para ellos no era fácil llegar sin saber con lo que se encontraban”.
Seguidamente, el pintense no dudó en señalar:
“Nosotros, los de la utilería, somos como una especie de psicólogos. Me acuerdo de Gabriel Cedrés, que era un muchacho que se ponía muy mal cuando lo sacaba el técnico. Venía y me preguntaba por qué pensaba que lo habían dejado afuera. A lo mejor se ponía a llorar y en la cancha era un tipo que iba con todo, te mataba. Quizás a nosotros nos toca verle el lado flaco al jugador, porque es un ser humano como cualquiera, con sus problemas. Este es un club con muchas presiones, donde siempre hay que ganar. Desde nuestra humilde posición tratamos de inculcarles eso a los muchachos que vienen. Ellos lo saben y a veces sufren porque no les salen las cosas. A todos les digo lo mismo: cuando River gana, está todo bien. El mundo del fútbol es muy lindo, pero hay que resignar muchas cosas. La gente solo ve la parte linda. Pero cuántos jugadores no pudieron, por ejemplo, estar en el nacimiento de un hijo porque viajaban o estaban concentrados. Me acuerdo cuando ganamos la Supercopa que el día del partido me avisan que había fallecido mi hermana. Mi hermano y todos me dijeron ´No vengas porque ese es tu lugar y ella lo hubiese querido así´. Eso es algo que no me voy a olvidar nunca. Esas cosas la gente no las ve. Los jugadores es cierto que ganan buena plata, pero también tienen que sacrificarse. Nosotros estamos todo el día con ellos y sabemos cómo sufren. Lo hacen ellos, el técnico, los médicos, los preparadores físicos, todos, hay que resignar muchas cosas. Por supuesto que es una linda profesión, pero se dejan un montón de cosas de lado”.
Sobre la camiseta que le regaló Raúl González, el mítico jugador del Real Madrid y la selección española, el “Pichi” recordó:
“Un día fuimos a jugar contra el Real, en la época en que estaban allí Santiago Solari y Esteban Cambiasso. Entonces apareció Raúl, que es uno de mis ídolos. Santiago sabía eso y se lo comentó. Al rato, lo veo a Raúl que vuelve con una camiseta y me dice ‘ésta es para vos’. No lo podía creer”.
Otras anécdotas que contó Quiroga, hace mención a que “Viajando a Uruguay en barco estaba en el free shop mirando un teléfono inalámbrico que me hacía falta. Pero no lo compré. Se ve que Enzo me vio y al rato se apareció con el teléfono. El ´Flaco´ era así, de tener esos gestos. Conmigo y con sus compañeros. Siempre se preocupaba por los más chicos. Un monstruo. Otro día me pidió un chicle antes de un partido. Después ganamos, entonces lo tomó como una cábala. Por eso antes de empezar salir a la cancha me hacía la seña con la boca y yo le llevaba una tableta. No podía faltar”.
Y siguió: “Cuando estuvimos en Italia a jugar con Lazio, vino el ´chileno´ Salas al vestuario y me trajo la camiseta. Y se trajo al técnico, que era Eriksson. Quería que me conociera. Esta persona se me puso a hablar en inglés y la verdad es que no le entendía nada. Pero esas son las cosas lindas que tiene el fútbol, porque el tipo se acordó de mí”.
Una triste y las “mañas” de los jugadores
Siguiendo con los recuerdos, Raúl Quiroga contó:
“Con Daniel Passarella me pasó una cosa bastante fea. Fue cuando murió su hijo. Yo a Sebastián le había regalado una camiseta. Entonces, cuando fui al velorio, me agarró Daniel y me llevó al féretro. Le abrió la mortaja al chico y me mostró que tenía puesta la camiseta que yo le había dado. No podía creer cómo él, en medio de un dolor del alma, me dijera eso. ¿Por qué lo hizo? Porque me quería, sabía que siempre lo apoyé. Daniel es un gran tipo”.
“En Holanda, cuando fuimos a jugar el cuadrangular por la inauguración del estadio del Alax, había una persona de allá que nos ayudaba con la utilería. Yo lo veía que hablaba por montones de celulares y no entendía por qué. Resulta que el tipo era millonario, tenía una flota de 30 ó 40 limusinas, pero como le gustaba el fútbol había largado todo para venir a ayudarnos y manejaba el trabajo por teléfono. Esas son las cosas insólitas. Este hombre tenía fortunas y se cargaba las camionetas con la ropa sólo porque era un fanático del fútbol”.
A la hora de hablar de los jugadores, el “Chango”, como también lo apodan sus familiares y amigos de General Pinto, dijo:
“A la mañana vos les ves las caras y ya te das cuenta si estaba de buen humor o no. Pero nosotros ya sabemos que no tenemos que entrar en roces que son innecesarios. Por ejemplo, Sergio Berti era un jugador que cuando entraba al vestuario no te saludaba. Pero se cambiaba y se transformaba. Volvía y me decía ‘Qué hacés Pichi, cómo te va’. Era su personalidad, entonces lo dejaba pasar. Juan José Borrelli, por ejemplo, usaba los pantalones bien apretados. Y a veces no había, porque quizás se los había llevado en el partido anterior o simplemente nos quedábamos sin talle. Me acuerdo una vez que pasó eso y nos pidió que se lo cambiásemos. Entonces agarré el que tenía, revolví en el bolso, hice que secaba uno y le di el mismo. Él se lo puso y se fue contento. Son las mañas del momento, el tipo está metido para salir a jugar el partido y necesita darse cuenta de que estás pendiente de él”.
“Un día entro al club y siento que dos personas me llaman. Un hombre me pregunta cómo podía hacer para mirar la cancha desde adentro. Eran de Comodoro Rivadavia. Le dije que fuera por la puerta maratón y que les preguntara a los de seguridad. Cuando el tipo hizo unos diez metros lo llame y le dije que viniera, que yo se la iba a mostrar. Entonces, abrí la puerta del vestuario, los hice pasar y en eso se puso a llorar como una criatura. La novia me dijo que él era un enfermo por River. Bueno, entró y miró todo, tenía una emoción bárbara. Cuando se estaba por ir me dije que se podía morir tranquilo si tenía la posibilidad de conocer a Enzo. Era la época que Francescoli se estaba por retirar. Yo no le prometí nada pero le dejé abierta la posibilidad de que en el partido de despedida que le iban a hacer lo iba a invitar. Los dos se fueron a Comodoro y a la semana me llega una encomienda. Era una cajita chiquita. Cuando la abrí eran pedazos de árbol petrificados con una carta que me agradecía los momentos que le hice vivir. Al final terminamos siendo amigos”. (Fuente Democracia)
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