Día de la Enfermería en Argentina: vocación y un rol esencial de estos profesionales de la salud
El 21 de noviembre es una fecha muy significativa en Argentina, ya que se conmemora el Día de la Enfermería. Esta efeméride rememora la fundación, en 1953, de la Federación de Asociaciones de Profesionales Católicas de Enfermería, un organismo que agrupa a enfermeras y enfermeros de todo el país. Esta fecha se eligió en honor a la Virgen de los Remedios, cuya festividad se celebra justamente ese día, y es reconocida oficialmente por el Ministerio de Salud de la Nación.
Este día tiene un doble propósito: primero, destacar el trabajo fundamental que los profesionales de la enfermería realizan en el sistema de salud, y segundo, rendir homenaje a una labor que, aunque suele ser invisibilizada, es esencial para el bienestar de la comunidad. Las enfermeras no solo desempeñan tareas técnicas, sino que también son pilares emocionales en los momentos más delicados de la vida de las personas, brindando apoyo en situaciones de enfermedad, sufrimiento y recuperación.
La enfermería es una de las profesiones más antiguas del mundo, y su relevancia ha sido crucial a lo largo de la historia. Desde tiempos remotos, cuando las primeras figuras de cuidado fueron las nodrizas y parteras, hasta el día de hoy, los profesionales de la salud han estado presentes en cada etapa de la humanidad. La especialización de esta disciplina fue consolidándose con el tiempo, especialmente después de las Guerras Mundiales, cuando la participación masculina comenzó a ser más notoria en el campo de la enfermería.
Es fundamental reconocer que el trabajo de las enfermeras ya que sin duda alguna, trasciende lo puramente técnico y se adentra en el terreno de lo profundamente humano, no es sólo una profesión es una vocación que va más allá. El trabajo de las enfermeras se constituye como un apoyo ineludible en el proceso de salud y sanación. En cada gesto, en cada palabra, en cada acción, las enfermeras brindan consuelo y esperanza, convirtiéndose en pilares de contención en los momentos más vulnerables de las personas, todos esos pacientes que atienden día a día. Es esta dimensión emocional de su trabajo la que, muchas veces, pasa desapercibida, pero que resulta esencial para la recuperación y bienestar de quienes atraviesan situaciones de salud complejas. Así, su rol se convierte en un acto de generosidad y empatía que merece ser reconocido y valorado.