Nuestra selección nacional despertó sentimientos que creíamos olvidados
Argentina fue derrotada futbolísticamente por Alemania, sin embargo ésta nos enorgullece, cosa diferente a la victoria de nuestros vándalos, la que sí nos duele.
Escribe Dr. Juan José Prieto, Farmacéutico Nacional
Para hacer una valoración de nuestro sentir popular y nacional, tengo que mencionar la tan ansiada final. Si, así es, después de 24 años llegamos a la final de un mundial de fútbol y contra el mismo rival, en el que la previa fue sufrida, donde quienes no fueron a Brasil tuvieron el alma en la cancha y el cuerpo en un sillón, vistiendo con nuestros colores desde los hijos, pasando por el helecho de nuestros jardines hasta llegar a las mascotas, viviendo cada encuentro como un protagonista más. Fue todo a “pura emoción”: el corazón agitado, abrazos, gritos, insultos, risas y llantos. Fuimos técnicos, estadísticos, relatores y analistas; creímos haber recuperado esa “mística de equipo” que muchos consideran tener, y que radicalmente no es así. Simplemente soñamos con la alegría y felicidad de poder decir “somos campeones otra vez”.
Finalmente, tras un partido “a dientes apretados” en el que Argentina tuvo la mayor parte de las opciones más claras de convertir, a tan solo 8 minutos del segundo tiempo suplementario “nos vacunaron”. Si señores, ¡Perdimos!, perdimos el último partido del mundial, pero ganamos en muchas aristas de lo cotidiano, especialmente en generar una conciencia colectiva de lo que podemos ser capaces de lograr si verdaderamente obtenemos esa mística y esencia de equipo.
Muchos deseaban que este Mundial fuera la consagración de Lionel Messi, quien se fue de Argentina a muy corta edad. Paradójicamente los argentinos le dimos muy poco, pero le exigimos muchísimo, sin embargo con esta derrota se le escapa el único título que le falta para poder compartir con Maradona los honores de ser el más grande futbolista argentino de todos los tiempos. No obstante, obtuvo el Balón de Oro, como mejor jugador del torneo, un reconocimiento no menor que denota que la derrota de Argentina no puede atribuirse a su “ausencia” en el juego (de hecho convirtió 4 goles sobre un total de 8, siendo una pieza fundamental en los triunfos argentinos, incluso participando, en ciertas ocasiones, defensivamente).
Según reza una frase de Jorge Luis Borges “hay derrotas que tienen más dignidad que una victoria”, y en determinadas ocasiones es así. Para poder explicarla me remito a la gesta de un esclavo romano que a pesar de haber perdido la batalla final nos dejó un enorme legado de superación. Espartaco es más que un mito, fue un hombre libre, un genio táctico impulsado por la ira y leal a sus ideales. Su historia es una de coraje y esperanza, que comienza con una gran humillación. Por aquellos tiempos generó una revolución, dirigida por un hombre diferente, un líder verdadero y humanitario que luchó contra la injusticia de un sistema corrupto y mafioso. Espartaco será un líder por siempre, cuyo legado es que: Las personas no deben aceptar con que nacen y lo que se les impone, nadie está por encima de uno; deben pelear, demandar sus derechos, su libertad y quizás lograr cosas grandiosas. Es así que su historia prevaleció sobre el triunfador (Marco Licinio Craso cuyo nombre muy pocos lo recuerdan).
En este contexto, deberíamos hacernos algunas preguntas: ¿los argentinos perdimos la batalla?, y la respuesta es sí, perdimos la copa, pero ganamos una medalla de plata que es el segundo honor en el alto rendimiento. Ahora si nos quitamos las lágrimas insipientes con la venda del exitismo inmediato podremos ver el bosque de los subcampeones, que es frondoso y fuerte, dejándonos un halo de esperanza a nuestro futuro futbolístico.
La segunda sería ¿la historia la escriben los ganadores?, y la respuesta es no siempre, todo depende de algunos matices; hay quienes perdiendo una batalla nos dejan enormes ganancias y mensajes de cómo lograr, en un futuro, esa deseada gloria. La noticia estuvo a la vista, al ver verdaderos humanos argentinos aplaudiendo el esfuerzo, el valor y el corazón de darlo todo más allá del resultado. Los resultados, como el de esta final, son anécdotas que dependen de muchos factores. Argentina, que más allá de utilizar una táctica diferente a la exigida por su público, pudo haberla ganado, por que las ocasiones nos fueron favorables, aunque todos sabemos que los goles no se merecen, se hacen, y en eso Alemania fue contundente (menos posibilidades pero mayor efectividad).
En un resultado, cualquiera sea, siempre interviene algo más que la propia voluntad, y estuvo a las claras al no sancionarse un tremendo penal en nuestro favor, entre otras acciones. Sin embargo, me quedo con lo que entendieron la mayoría, y a esto se le llama una sociedad con madurez. El resto, lo que se mostró al mundo, no es lo que la mayoría vivimos en la inmensidad de Argentina; lamentablemente el protagonismo lo tuvieron nuevamente los delincuentes, inadaptados y poco de humanos que forman parte de la cotidianidad de nuestro país. Y esta fue nuestra mayor derrota, esta sí que debe dolernos.
Al finalizar este partido muchísima gente, de cada rincón del país, salió a celebrar este merecido segundo lugar, mientras que en la 9 de Julio, en el micro-centro porteño, los festejos terminaron con golpizas y actos vandálicos (roturas de bares, entidades bancarias, un teatro y otros comercios cercanos a la zona del obelisco) que arrojaron un saldo de más de 50 heridos y un centenar de detenidos. Ante el accionar de unos pocos delincuentes, irracionales e ignorantes quedamos, ante el resto del mundo, como groseros, violentos y otros apelativos, cuando la realidad del equipo demostró humildad, solidaridad y coraje, uniéndonos bajo esta verdadera pasión por la celeste y blanca.
Si tuviera que definir a esta derrota futbolística la denominaría como la más digna, de todas las que recuerdo, a la que por ser tan memorable no puedo ponerle un nombre o etiqueta. Este mundial, incluso para los que nunca patearon la redonda, nos hizo entender de lo que podríamos hacer los argentinos, si intentáramos formar equipos en todas las áreas de nuestra sociedad.
El día que en nuestra jodida idiosincrasia podamos incorporar que las grandes gestas se logran con espíritu de equipo obtendremos esto que obtuvimos: resultados positivos. Sugiero no vanagloriar a un jugador u otro, Javier Mascherano cumplió una extraordinaria labor en un mundial que demostró que el fútbol ha cambiado (equipos considerados débiles ya no lo son, etc.), y en las circunstancias que se presentaron se destacó su tipo de juego; la contracara fue “Lio” Messi que no tuvo esa cuota de fortuna, y si hubiera metido alguna de las que gestó muchos estarían hablando del gladiador del siglo, etc., (y ni una, ni la otra).
Como premisa de vida considero que debemos aprender que las grandes gestas se logran entre todos, cada cual aporta lo suyo, y eso precisamente hace al equipo: y este es el gran mensaje del DT. Alejandro Sabella, a quien muchos lo «mataron» (si hubiera obtenido un lugar inferior le estarían reprochando, entre otras cosas, que faltó el jugador «del pueblo»-Carlos Tévez-); sin embargo, con humildad, honestidad, sacrificio y carácter nos demostró que podemos, y sobre todo con estrategia que es sinónimo de inteligencia.
Argentinos, continuemos por este camino: tuvimos varias oportunidades y estuvimos ahí de lograrlo. Para Alemania ¡Felicitaciones!.
QUIEN SOS CHABON!!