La crisis del globo chino (escribe Juan León Giujusa *)
Las fricciones entre Washington y Beijing no han mermado en el último tiempo. Bajo la administración de Donald Trump, la rivalidad alcanzó su mayor esplendor durante el inicio de la pandemia y se cristalizó en torno a las teorías cruzadas de conspiración y polémicas declaraciones respecto al manejo de la pandemia. Sin embargo, la asunción de Joe Biden como nuevo presidente de Estados Unidos parecía presagiar el inicio de una relación más cordial con China, si bien bajo su gobierno Estados Unidos firmó con Australia y Reino Unido un pacto de cooperación militar conocido con el acrónimo “AUKUS”, en un intento por contrarrestar el avance chino en el Indo-Pacífico. Pero el suceso del presunto globo espía chino que sobrevolaba territorio estadounidense ha vuelto a tensionar las relaciones diplomáticas. Beijing ha reconocido la propiedad de la aeronave no tripulada, al tiempo que expresó que en realidad era un globo meteorológico. Sin embargo, según funcionarios norteamericanos, poseía tecnología de vigilancia electrónica, con múltiples antenas capaces de monitorear señales de comunicación. En este sentido, se sospecha que China habría intentado interceptar información de las bases militares sobre las que sobrevoló. Éste no sería un evento aislado, sino que se trataría de una flota que habría operado sobre cinco continentes. Los hechos parecen confirmarlo, en tanto China ha reconocido que el globo avistado en Latinoamérica también es suyo.
Con este panorama, y pese a que Washington procura mantener abiertos los canales de diálogo en virtud de gestionar responsablemente las relaciones diplomáticas entre ambos países, el secretario de Estado de Estados Unidos, Antony Blinken, ha decidido posponer su viaje a China. El pasado sábado 4 de febrero, mediante un misil, Estados Unidos abatió el globo, lo que desencadenó críticas de Beijing por lo que consideró como una reacción desproporcionada.
El incidente de los globos se inserta como un desafío palpable a la seguridad norteamericana, en el marco de una creciente rivalidad geopolítica, económica y militar y, al mismo tiempo, representa una flagrante violación de la soberanía estadounidense.
De esta manera, mientras Rusia se empeña en relanzar la Guerra Fría, aquella que durante la segunda mitad del siglo XX la tuvo como protagonista junto a Estados Unidos, lo cierto es que hoy muchos analistas coinciden en que presenciamos un orden global con nuevas rivalidades, una especie de nueva Guerra Fría que, al menos en su versión más cruda, envuelve a Estados Unidos y a China. El revisionismo ruso es un factor que no puede ser ignorado, lo que queda evidenciado en la guerra contra Ucrania. Pero el ascenso de China, junto a otras potencias emergentes, ha configurado un nuevo mapa del poder. Ya no vivimos en un orden bipolar como el que se consagró mientras transcurría la disputa de la segunda mitad del siglo XX, ni uno unipolar como el que se desplegó tras la coronación de Estados Unidos como la superpotencia victoriosa a partir de la caída de la Unión Soviética. Hoy asistimos a un orden multipolar, un sistema de poder más difuso y disperso, aunque dos actores -China y Estados Unidos- se destacan claramente por sobre el resto de las potencias emergentes o Europa.
(*) Juan León Giujusa, Intendente Alvear, La Pampa.
Estudiante de Relaciones Internacionales, Universidad de Palermo