La espera de Emilio, postal de una ciudad pueblo (que podría ser cualquiera de la zona)
El hombre asiste todos los días a compartir un momento de culto para su vida, toma Terma porque tiene prohibido el alcohol por prescripción médica y juega al truco, contó a Distrito Interior.
Emilio Roberto Doucet, de 81 años, esperaba este sábado por la tarde que abriera sus puertas el bar de «Tarugo», ubicado sobre la calle Berutti en General Villegas.
Al verlo sentado sobre el desnivel de la vereda de al lado, de elegante sport, sombrero colocado y mirando hacia el bar, no dudamos en regresar dando la vuelta a la manzana y detenernos para hacer de esa postal viva esta crónica.
Emilio inmediatamente y de manera amable accedió a que le tomáramos todas las fotografías que consideráramos necesarias; tres fueron suficientes. Claramente comprendió que estaba siendo parte de una postal urbana que nos confirma, una vez más, que vivimos, orgullosamente, en una ciudad pueblo. El bar aún cerrado, en el bicicletero, estacionada y amarrada con un candado, la bicicleta playera negra con la que había llegado Emilio a quien se observaba en la espera. En otro lugar esto, de este modo, es parte del pasado.
Leandro Vesco en su libro Desconocida Buenos Aires menciona a este bar y describe con detalles su mística (no es el único de Villegas al que refiere). Estos espacios atraen y otorgan un bienestar a las decenas de personas, hombres en su totalidad, salvo excepciones, que los frecuentan, lo que permite entender con lógica la espera del hombre.
A su vez, puede ser vista, quizá, como una práctica inexplicable o de poco sentido por quienes se encuentran viviendo a otro ritmo, casi como en «otra dimensión» pese a hacerlo bajo el mismo cielo, pisando el mismo suelo.
En el peor de los casos pasa totalmente desapercibido.
Así son muestras comunidades, tan parecidas entre sí, aunque las creamos diferentes; precisamente Borges decía que los pueblos son iguales en eso de creerse diferentes, por eso estas fotos parecerán comunes y cotidianas aunque no siempre hagamos la pausa para apreciarlas.
Este, claramente no ha sido un hallazgo extraordinario, pero sí una postal para hacernos pensar cuan importante puede resultar hacer un «elogio de la lentitud» para «ver y mirar» lo que pasa a nuestro alrededor y/o permitirnos practicar de vez en cuando aquello simple que nos haga bien; como la espera de Emilio.
Al final, sólo se trata de vivir.