Con un sentido homenaje, que este año tuvo cambios, recordaron a los docentes fallecidos en General Villegas
Como cada 11 de septiembre UDEB, el principal gremio docente, recordó a los siete docentes fallecidos este año y colocó en su memoria una ofrenda floral, entre los que se encuentra Nélida Arrieta (Pocha), quien además era presidente de Lalcec, por lo que hubo palabras que la recordaron y describieron por parte de representantes de esa entidad; lo mismo ocurrió, pero sin oradores, con los Maestros Jubilados que colocaron flores al pied el monolito que contiene las placas con los nombres de quienes ya no están físicamente.
Desde el momento en que se llega al cementerio y la gente se va ubicando en los alrededores del monolito que se encuentra en el ingreso, el clima es de emoción que supera cualquier tristeza y esta vez no fue la excepción.
Al finalizar el acto, que publicaremos completo en breve en formato video, Miriam Santiago fue la encargada de dirigir la palabra, dándole lectura al escrito de Raquel Piña, mediante la cual se hizo una breve semblanza de cada una de las recordadas:
«Nos reencontramos en este homenaje después de haber transitado un tiempo extraño que nos alejó físicamente a todos y que muchos, jóvenes o viejos, no consiguieron atravesar.
Los que pasamos al otro lado nunca vamos a ser los mismos, porque de alguna manera sentimos como un privilegio el simple hecho de estar vivos en contraposición con tanta muerte.
Especialmente en el área de la enseñanza, fue muy difícil conservar la dupla alumno maestro sin tener delante las caritas expectantes de niños y adolescentes, en las que día a día se puede leer mucho más que en un tratado de psicología y de allí remontar hasta la enseñanza.
Estamos todos convalecientes y la recuperación va a ser dura y larga.
Los que ya ingresamos al rango de jubilados nunca nos hemos podido escindir de la escuela, nuestro ambiente natural y para muchos una verdadera obsesión, como dijo la gran poetisa Gabriela Mistral, «Es como la espada de Longinos en el costado ardiente de amor»..
Este año, la comunidad educativa de Villegas ha perdido siete educadoras . Aunque en apariencia esos espacios han sido ocupados por otras personas, ellas van a seguir allí, porque el maestro, igual que el artista, deja su impronta, un estilo personal en su obra y como el científico, tiene su propio e intocable paradigma hecho de experiencia, sabiduría y sentimientos. Una trama irrepetible.
A Gladys Marengo la recuerdo muy bien de cuando el IMI era Escuela Normal, mitad escuela, mitad casa, es una de mis alumnas que llevo en el corazón.
Buena de toda bondad, fue una artista en las aulas de primer grado, donde resultó emblemática.
Se desempeñó en la Escuela N°1
Maria Concepción Gaita alegró nuestros días con su genio desopilante en el legendario pupilaje del Colegio de Hermanas como «la Gaita Beneitez», querida por todos en su calidad de alumna y más tarde como maestra.
Se desempeñó el la EP N° 1 y en el Jardín N°1.
Rosa Ester Mullen fue profesora de Contabilidad y Mecanografía en la Escuela de formación Profesional durante casi veinte años y trabajó en las EP N° 1, 2, 3 y 45 y las rurales 5 y 16.
Fue de las maestras comprometidas, que son eficientes en el momento de instruir y sabías para educar.
Dulce en el trato, no vamos a olvidar su eterna sonrisa.
Élida Haydee Arrieta (Pocha) fue amante de su Villa Sauce natal y se hizo querer por el afecto que ponía, no sólo en el aula sino en cada espacio que integraba con pasión.
Trabajó en Villa Saboya, en las EP N° 1, 16 y 17 y en la Escuela Técnica.
Miembro de LALCEC, y de la Sociedad Municipal de Tejo, formó parte del grupo de narradoras «Cuentacuenteros».
En cada uno de esos lugares dejó su sello de excelencia, solidaridad y empatía.
Maria .Ángela March llegó a Villegas desde Rojas, en el año 1983.
La conocí en el Centro de Alfabetización del barrio La Trocha.
Trabajó como maestra y Vicedirectora en las EP N°1y 17 y en las secundarias Agropecuaria y Técnica.
Su inclinación y amor por las letras la llevó a participar en concursos literarios donde recibió importantes premios.
Publicó «Mirando al pasado» una recopilación de sus poesías.
Firme y decidida, detrás de esa fachada imponente latía un enorme corazón.
Dora Beatriz Aún estudió Magisterio en el IMI, donde fue mí alumna.
Su vida fue ejemplo de esfuerzo y gran voluntad.
Trabajó en la Escuela N° 24 y en Blaquier en el Jardin de Infantes 902 y en la Escuela N° 10.
Ana Maria Mina llegó a Villegas de Santa Rosa, La Pampa y se distinguió por su carácter emprendedor su puntualidad y corrección.
Se desempeñó como Asistente Social en la Municipalidad, en el Centro de Alfabetización, en la Escuela Especial y en la Escuela de Enseñanza Técnica, donde se jubiló como Prosecretaria
Fue miembro de Lalcec, de Hapes y del Rotary Club.
Todas ellas dedicaron la vida a la enseñanza, todas ellas sembraron algunas veces en tiempos de bonanza, otras capeando la sequía de la falta de ideas ejemplares, otras tratando de asomar la cabeza entre las aguas turbulentas de una sociedad dolorida.
Fueron alabadas, bendecidas, despreciadas, pero nunca vencidas, porque lo que las sostuvo fue la auténtica vocación, sin la que nadie puede ejercer la complicada profesión docente.
No hay país, no hay ningún grupo humano, grandes ciudades ni pueblos pequeños, que puedan prescindir de la magia que se desarrolla en la verdadera escuela, la de la pureza de objetivos alejados del egoísmo, la de los ideales de perfección, del esfuerzo y del mérito.
Conozco muy bien a estas siete valientes, porque fueron significativas para mí como alumnas, como madres de algunos de mis discípulos y como colegas en esta labor a largo plazo, cuyos resultados los recoge el futuro, un futuro que tal vez haya quienes no alcancen a ver, pero en el que estarán presentes por toda la eternidad.
Sin maestros las sociedades se estancan y por eso debe sostenerse la dignidad de la escuela tan impoluta como la de la justicia.
Así ha de ser en todo el mundo.
Así aspiramos que sea en la patria que tanto amamos.
Que Dios las guarde.
Raquel Zulema Piña Riverós