General Villegas: «El Chaparral», el barrio ocupado que no para de crecer
Este martes tres vecinas se acercaron al Palacio Municipal a entregar una carta con decenas de firmas destinadas al intendente para que interceda ante la delicada situación que vive ese sector de la ciudad cabecera.
«El Chaparral» lleva tres años aproximadamente de crecimiento ininterrumpido, con una expansión notable los últimos meses.
El predio de 10 hectáreas cuenta actualmente con unas 75 precarias viviendas en las que vivien unas 200 personas, muchas de ellas madres solas con sus hijos y también familias que expulsadas del sistema convencional de alquileres encontraron en este lugar una posibilidad de continuar con sus vidas.
Legalmente no está claro aún a quien le pertenece la tierra; hay al menos dos partes que reclaman la propiedad en la justicia y una de ellas, quien probablemente haya obtenido algún tipo de respuesta sin que ésta trascienda hacia la opinión pública, ha solicitado el desalojo.
En ese sentido, días pasados el intendente Eduardo Campana se pronunció al respecto diciendo que se está a la espera de lo que determine la justicia ya que en las condiciones de ilegalidad en que se encuentra viviendo la gente es imposible que el Estado intervenga; hasta el momento, admitió, en días de frío extremo como los que ha habido desde Desarrollo Social se hizo algún tipo de acompañamiento con la entrega de frazadas y otros elementos, pero no más que eso.
El posible desenlace que la causa judicial podría tener puso en alerta a los ocupantes de los terrenos que se encuentran organizados y alertas ante lo que podría ocurrir.
En diálogo con varios de las personas que allí viven manifiestan estar absolutamente conscientes que se encuentran sobre tierras que no les pertenecen, y sin intenciones de justificar la ocupación, manifiestan que es el único recurso que tienen para hacer frente a su problema habitacional.
Entre los testimonios se encuentran matrimnoios con hijos que debieron abandonar la casa que alquilaban poruqe a pesar de tener ambos trabajao, ya no podían afrontar los costos; una joven embarazada a la que su madre hecho de la casa al conocer la noticia, o madres jovenes de dos o tres hijos que no se encuentran viviendo con el padre de éstos y de otra manera se encontrarían en la calle.
También hay familias constituídas con «un mejor pasar» que han decidido construír su casa de manera convencional y así se pueden ver las primeras de ladrillos.
La gran mayoría son de chapas usadas, palos o tirantes y silo bolsa, algunas inclusive sin baño, ni ventanas.
Se observa como una tendencia la construcción con premoldeados; es más, dentro del barrio, funciona una fábrica de placas que son con las que se están construyendo la mayoría de las nuevas unidades habitacionales. «Juan, quien las fabrica y coloca junto aotras personas, me las da a pagar y así podemos ir armándonos la casa», comentó una d elas jóvenes consultadas. Otra que también accedió a poder levantar las paredes de su casa a la que le falta techar, explicó que en su caso, como en el de otros tantos, son personas con trabajo, pero con ingresos que no le permiten sostener un alquiler, por lo tanto, el dinero que destinarían a ello, lo vuelcan, aunque arriesgando a perderlo todo, a algo que es suyo.
El Chaparral tiene una particularidad que se observa a simple vista; está organizado, con calles improvisadas pero bien delimitadas y parcelado con palos y alambres de 13 por 25 aproximadamente; prácticamente no hay basura tirada, salvo excepciones. Se aprecia un porden propio de un proyecto organizado y dirigido, aunque nadie se encuentra ocupando ese lugar, según aseguran los residentes.
«Venís, si encontras libre un terreno te metés y listo», fue la expresión más común al consultar si alguien se encarga de determinar quien ocupa cada lugar o vender las parcelas; aunque otros aseguran que se venden terrenos, sin más detalles que ese «rumor». Las personas consultadas, una docena aproximadamente, nadie admitió haber pagado, todos dijeron que tomaron la decisión, llegaron al lugar, tomaron el sector que pudieron e iniciaron esta nueva etapa en sus vidas.
«Todos y nadie» parecen ser responsables al mismo tiempo, pero lo cierto que es que este sector de la ciudad requiere de manera urgente una intervención judicial o estatal para determinar de qué manera continuarán las personas que allí habitan y las que de manera constante llegan con el mismo fin. Hoy la precariedad es absoluta.
Las perforaciones que se van realizando para proveer de agua a las casas están a escasos metros de los pozos ciegos que en muchos casos lo comparten entre vecinos porque de ese modo reducen a la mitad el costo de su construcción y desagote llegado el momento, las conexiones eléctricas, en aquellos casos que las tienen, también son compartidas entre tres o cuatro vecinos, «el cable para la tirada desde donde tomamos la electricidad nos cuesta entre $10.000 a $15.000, por eso compartimos entre varios, siempre y cuando la conexión aguante», explicó una de las personas que cuenta con el pprecario «servicio». Al barrio tampoco ingresa el recolector de residuos.
El asentamiento, invisible desde lo legal, se agiganta todos los días un poco desde lo social, tanto que debió haber sido considerado mucho antes, cuando apenas iniciaba el proceso de ocupación, pero ahora que ello ya ocurrió, no debería pasar más tiempo sin que la situación se defina.
Al contemplarlo, a esta altura de los acontecimiento y teniendo en cuenta otros antecedentes en este tipo de movimoentos, probablemente el Estado debería adquirir las tierras y poner en marcha un plan de urbanización y venta social de los terrenos, disponiendo por ello una cuota mensual que la mayoría está dispuesta a pagar siempre que ésta esté a su alcance. Ordenamiento integral de ese espacio atendiendo los derechos pero pero haciendo honrar las obligaciones a los beneficiarios (los actuales y los futuros).
Es difícil imaginar que ese enorme predio pueda volver a su estado anterior a la ocupación sin que haya graves consecuencias, al mismo tiempo cuesta imaginar que todo continuará como si nada estuviera pasando.
El crecimiento de este fenómeno confirmó la falta de políticas de Estado serias (duraderas en el tiempo) capaces de resolver y adelantarse a los problemas que el crecimiento de una sociedad plantean y la falta de autoridad para enfrentarlos. Está más que claro que este problema no se reduce a una sola «Gestión» de Gobierno.
«El Chaparral» es la consecuencia y también debe ser la causa para «refundar» un nuevo Estado Local. General Villegas lo necesita y sus habitantes (todos) lo merecen.
En definitiva, todos hacen la vista gorda y avalan la usurpación. Ese es el Estado de derecho argentino.
El Titulo lo dice todo: » Que NO para de crecer «. El Poder Judicial, encargado de administrar Justicia, dar a cada uno lo suyo; integra el Estado en este caso Provincial.
«Juan», el vendedor de casa de tapial prefabricado, debería ir preso. Pero esto es una joda.
El Chaparral es la consecuencia de los 20 años de Alegre, de sus políticas públicas y negociados con los poderes de turno.