«La Marión», la estancia ubicada entre Gral. Villegas y Ameghino que fue de Firpo y que visitó el Rey de Inglaterra
Entre todas las construcciones sorprendentes que pueden apreciarse en las estancias argentinas, sin duda, una de las que más curiosidad despierta es el galpón de exhibición de la cabaña Marion.
Esta estancia está situada en el partido de General Villegas (noroeste de la provincia de Buenos Aires), cerca de la estación Volta. Un poco antes de llegar al casco se puede divisar el curioso edificio, de una arquitectura extravagante para el lugar, estéticamente hermosa para una mansión campestre en la campiña inglesa, pero no para las pampas que el general Conrado Villegas acababa de conquistar para la civilización.
Pero bueno, ésta es una historia más de la «belle époque» argentina. Marion es una de las tantas estancias que levantó el hacendado de origen inglés Juan Alejandro Brown, alrededor del año 1880. Había comprado unas 60.000 hectáreas de tierras bárbaras, recién fraccionadas tras la conquista del desierto, donde formó esta estancia a la cual llamó Marion.
Cuando Brown falleció, en 1905, sus trece hijos heredaron 10.000 hectáreas cada uno. El casco de Marion, con su fracción respectiva, quedó para Carlos, al que llamaban Charlie, el personaje de esta historia y de esta estancia.
Charlie también había heredado de su padre la afición por el campo y la pasión del criador, el manejo de los pedigrís y la dirección de la cabaña. Y a eso dedicó toda su vida.
Vivía permanentemente en Marion, donde hizo todas las reformas y construcciones necesarias para tener una buena vida rural.
La cabaña Marion empezó a funcionar alrededor de 1910, con la crianza de vacunos de las razas Hereford y Shortorn. El sueño de Charlie Brown era que su cabaña fuera la mejor de todas, la más famosa, y que él fuera reconocido como un prestigioso cabañero, tanto en nuestro país como en las Islas Británicas.
Donde el tren se detenía
Las vías del Ferrocarril del Oeste atravesaban esta estancia, donde, si era necesario, el tren se detenía a subir o bajar pasajeros frente a una portada muy importante, donde figuraba en letras grandes el nombre del establecimiento. El objetivo principal de Charlie era que el pasajero reconociera que estaba pasando por la más afamada cabaña del país. Como hacía todo a lo grande, mandó a construir excelentes instalaciones para la cabaña, pero lo más importante, sin duda, fue el pabellón para la exhibición de sus productos. Si bien concurría a la exposición anual de la Sociedad Rural, en Palermo, en la que ganaba muchos premios, su ubicación junto al ferrocarril de lujo de la época le garantizaba la afluencia de visitas y clientes.
El pabellón para mostrar sus valiosos vacunos fue construido en 1921, bajo la dirección del arquitecto W. B. Campbell. Dicen que cuando éste diseñó lo que quería hacer su cliente, le advirtió a la señora Brown que se trataba de un verdadero disparate, pero ella lo tranquilizó diciéndole: «Hágalo, porque si a Charlie se le puso esa idea, lo hará igual con otro arquitecto».
Construido con los mejores materiales posibles, el excéntrico galpón tiene veintidós metros de diámetro por veinte de alto. El estilo sugiere un escocés moderno, algo castillesco, con muchos elementos Tudor. De planta cuadrangular por fuera, por dentro presenta un espacio circular vacío, que recuerda los teatros populares de la época de Shakespeare: un gran círculo encerrado entre paredes muy elevadas, columnas y plantas en un corredor perimetral interno y un segundo nivel con palcos altos.
Una colosal cúpula de vidrio cubre y realza la enormidad arquitectónica. A ésta, de la que pendía una araña como para iluminar un gran salón de baile, sólo le queda el hermoso trabajo de herrería y el adorno de un palo borracho que nació entre los vidrios rotos.
El pabellón se prolongaba con dos construcciones laterales bajas, alargadas, ya demolidas, donde se alineaban veinticinco boxes de cada lado. De allí, los toros eran llevados directamente al pabellón de exhibición. Esta cabaña era muy visitada por criadores de origen británico, tanto los que tenían sus cabañas en el país como los que venían de Europa.
Se los recibía a lo grande, por un cabañero que se había ganado una gran reputación por sus productos, su estancia y su personalidad.
Teniendo en cuenta que su interés principal era ser bien considerado en Inglaterra, el día más brillante de su vida debe de haber sido aquel de 1931, en el que llegaron a Marion los príncipes Eduardo de Windsor, heredero de la corona, y su hermano Jorge, el duque de Kent, con una comitiva integrada por reconocidos criadores británicos.
La decadencia
Los aires de grandeza no duraron mucho y pronto la desventura comenzó a golpear las puertas del megalómano estanciero. La gran crisis del treinta y algunos traspies personales afectaron profundamente la economía y el ánimo de Charlie.
La cabaña con la hacienda se liquidó en 1935 y, sobrepasado por la situación, el cabañero puso fin a su propia vida en 1940. Su hijo Dudley heredó el establecimiento Marion ya herido de muerte y se fundió definitivamente. Vendió la propiedad al boxeador Luis Angel Firpo, del que se dice que fue un buen estanciero.
Actualmente, la familia propietaria no permite visitas al lugar. (Texto Yuyú Guzmán – Fotos Susana García Hillcoat – La Nación)