La Payanca sigue siendo noticia
La Agencia Nova publicó una nota sobre uno de los casos policiales más emblemáticos de la historia criminal argentina, bajo el título El misterio de Villegas, ganado suelto en «La Payanca».
Los primeros días de mayo de 1992, un vecino de «La Payanca» alertó a la policía: el ganado deambulaba sin rumbo por la extensa llanura.
Textual
Por Agustín Mauad de la redacción de NOVA
Las vacas caminaban libremente por la llanura, nadie las llevó al corral para que pasaran la noche como era habitual en la estancia; los perros no ladraban y el movimiento en el lugar era nulo. Cuando la policía llegó, la tragedia había tenido cita nuevamente en aquel campo de General Villegas, provincia de Buenos Aires: liquidaron a los seis habitantes del sitio. La muerte no era novedad aquí, años anteriores un peón había asesinado al patrón por cuestiones pasionales.
No se sabe quiénes fueron los responsables ni los motivos de la matanza de mayo de 1992. En las condiciones que encontraron la estancia, la hacían parecer a los poblados rurales del golfo norteamericano devastados por el huracán Katrina: los muebles habían sido volteados, las cortinas arrancadas, los platos hechos añicos en el piso. La furia de los asesinos se llevó a cuestas la vida de la patrona, su pareja, su hijo, el tractorista, un albañil, un linyera y sus dos gatos.
La familia de Hugo Omar Reid –muchacho de 21 años que estaba poniendo un cielorraso en la estancia y encontró su final allí- fue la única que se movilizó en pedido de justicia. Esther Luzuriaga, madre del joven, expresó en diálogo con NOVA: “A pesar que pasaron 21 años y estamos como cuando pasó todo, no pierdo las esperanzas, no existe el crimen perfecto”.
La torpeza policial fue protagonista una vez más: en su intensa búsqueda, pisotearon toda la escena del crimen y manipularon elementos claves para la investigación. Existieron los rumores que picanearon a más de un vecino para que brindaran información, pero nada tenían que ver.
El broche de oro y que siguió generando al día de hoy aún más interrogantes fue cuando, por orden del juez, se abandonó la custodia del lugar. Por la madrugada varias personas –por lo menos más de tres por las huellas encontradas- saltaron la tranquera e ingresaron a “La Payanca”. Cavaron en la oscuridad un pozo de tres metros, conocían el sitio y sabían que allí había algo. Sustrajeron un tanque de grandes dimensiones, lo vaciaron y dejaron tirado. Otra incógnita que jamás se esclareció fue que había allí dentro.
Antesala sangrienta
Un pequeño monte rompía con la monotonía de la inmensa llanura pampeana. Los árboles rodeaban el caserón donde vivía una familia campesina, que desde generaciones dedicaba su vida a la ganadería. María Esther Etcheritegui había heredado700 hectáreas en su adolescencia, fruto de la excelente relación con su padre de afecto Arsénico Ochotego, un conocido estanciero que la protegió durante toda su infancia.
Una tarde doña Etcheritegui juntaba agua en el pie del molino, mientras su esposo cabalgaba detrás del polvo que levantaban las vacas. El sol caía en el horizonte y los animales caminaban hacia el corral para pasar la noche.
José Gianoglio, gaucho de sangre, se dirigió hacia la pulpería una vez finalizadas las labores rurales. Ató su yegua en un poste e ingresó al negocio. Sentados en la barra, un grupo de vecinos bebían una copa. Saludó a todos y se pidió un vaso de vino.
-Te anduvieron buscando Pepe- le advirtió el cantinero mientras servía el vino en un vaso.
-¿Quién fue el atrevido?
-En serio, don Pepe.
-Yo los conozco, me quieren hacer engrupir.- dijo el recién llegado frunciendo la frente y sonriendo.
Los presentes lo miraron seriamente, desentendiéndose de las palabras del cantinero.
-No es joda, vino el gurí.
-¿De qué gurí me hablas?
-El que labura en tu estancia. Estaba hecho una furia, bramaba como un toro.
-¿El Horacio?
-No se como se llama, el que vino del norte con la chinita y los guachos.
Gianoglio quedó con la mirada perdida durante unos segundos. Bebió el vino de un trago y empujó el vaso hacia adelante. Se puso la boina, apoyó unas monedas en la barra y saludó a los presentes con un ademán de cabeza.
-¿Para donde arrancó?
-Creo que para el pueblo.
Salió, acarició la cabeza de la yegua y se subió. Horacio Ortiz llegó desde el norte argentino y desde hacía unos años trabajaba en la estancia. Vivía junto a la mujer y sus dos pequeños hijos en un rancho al lado del casco de “La Payanca”.
Últimamente, por orden del patrón, vendía algunos productos caseros, como salamines y queso, en un puesto a la vera de la ruta.
Gianoglio tenía como objetivo hablar con el gurí, no iba a ser difícil tranquilizarlo, era un norteño bastante sumiso. Igualmente quería llegar rápido a su hogar para agarrar el bufo, por las dudas; sólo llevaba un puñal en su cintura. Le pegó con el látigo a la yegua y apuró el trote; el viento en la cara lo hacía lagrimear.
Las luces del caserón estaban prendidas. El grito de los niños que jugaban a la escondida en los alrededores se escuchaba desde lejos. Llegando a “La Payanca” sintió el olor a cebolla rehogada y supo que la patrona estaba cocinando guiso, se veía el humo que salía de la ventana de la cocina.
Cuando pasó la tranquera se escuchó una voz que lo detenía.
-Alto ahí.
El gaucho tiró de la cuerda e hizo detener a la yegua. Horacio jamás le había dado una orden a su patrón.
-¿Qué pasa, amigo?
-¿A vos qué te pasa, traidor? Me mandaste a la ruta y te curtiste a mi mujer.
-¿Qué decís Horacito? Jamás haría algo así.
-No me tomes por tonto.
-¿Quién te contó semejante mentira?
-Los guríes no mienten, José, te confundiste conmigo.
El norteño desfundó un 38 largo y disparó contra Gianoglio. El silencio se apoderó de la escena: los niños dejaron de gritar; solo se sentía el crujido de las ramas.
Una familia que intenta resurgir
“La Payanca” no estuvo acéfala de autoridad: en toda familia campesina se necesitaba un patrón, y doña “Chila”, como llamaban a María Esther Etcheritegui, tomó las riendas de la estancia para sacarla adelante. Al seno de la familia le costó resurgir del asesinato de Gianoglio en 1985, un hombre muy querido.
El autor del crimen fue detenido y procesado. Etcheritegui le exigió a la esposa de Ortíz que se marchara con sus hijos, pedido que la mujer cumplió, reconociendo su error. Luego de cuatro años de estar encerrado en el penal de Junín, el norteño recuperó la libertad; había sido condenado a ocho años de prisión pero por buena conducta solo debió cumplir la mitad. Nunca se supo más nada de aquel hombre, que jamás volvió a pisar las tierras de Villegas.
La hiperinflación económica golpeaba a la actividad rural, pero “La Payanca” seguía en pie. A pesar de que lo primeros meses no fueron fáciles, la patrona conocía con quien su marido comercializaba el ganado y el resto de las actividades, por lo que con la ayuda de sus hijos y peones, la estancia volvió a tener vida. En 1987, Etcheritegui formó pareja con Raúl Forte, un sujeto oriundo de la localidad bonaerense de Daireaux, quien abandonó a su mujer y ocho hijos, para mudarse a Villegas.
La patrona siempre dejó en claro que Forte no llegó para remplazar el lugar de su esposo difunto y padre de sus dos hijos, si no que para ella era una compañía y contribuía con las actividades rurales.
Ganado suelto
Con la intensión de crecer, Doña Etcheritegui decidió utilizar algunas hectáreas para cultivar maíz, sin descuidar el ganado que tanto reditó le dio. José Luis, el hijo menor, continuó con la tradición campesina de su familia y trabajaba a la par de su madre. Claudia, la hija mujer, se fue a estudiar a Buenos Aires y luego emigró a Mar del Plata tras haber contraído matrimonio con el actor de telenovelas Marco Estel.
La tranquilidad en aquel campo bonaerense estaba más presente que nunca, pero era una tranquilidad que preocupaba. No había movimiento alguno: los perros no ladraban y las luces del casco estaban apagadas.Los primeros días de mayo,Alberto Zunino, vecino de “La Payanca” alertó a la policía: el ganado deambulaba sin rumbo por la extensa llanura.
Era una tarde despejada, pero el sol parecía estar más lejos que nunca; el frío calaba los huesos de cuatro policías que aplaudían en la tranquera de la estancia esperando alguna respuesta que jamás llegó. Saltaron el portón y cuando se acercaron al casco sabían que algo había sucedido: un olor nauseabundo hizo que tapen sus narices con las manos.
Desempuñaron sus armas y entraron a la casa por la puerta principal que se encontraba entornada. El comedor estaba repleto de moscas y en el piso estaba la causa de aquel olor cada vez más intenso: Doña María Ester Etcheritegui yacía abatida en el piso, y parecía estarlo hace días.
-¡La puta madre!- gritó uno de los uniformados en el momento que se agarraba la cabeza y tocía. El cuerpo de Jose Luis, el hijo de 22 años, se apoyaba doblado contra la pared, con sangre seca en su rostro demacrado.
Los muebles habían sido volteados, las cortinas arrancadas, los platos hechos añicos en el piso; el interior del casco de “La Payanca” parecía haber sufrido un bombardeo de terroristas. Los policías dieron aviso a la comisaría y sus compañeros no tardaron en llegar.
En las primeras horas se intentó cuidar la escena del crimen, manipulando lo menos posible todos los elementos del lugar. En un rastrillaje por las adyacencias hallaron sin vida a Francisco Luna; el tercer cadáver estaba en el galpón a metros del caserón. “Panchito”, como lo conocían en Villegas, era un linyera que ayudaba en los campos por albergue y unas monedas. Al igual que los otros dos, estaba brutalmente golpeado y aniquilado con una 38. La misma suerte corrieron sus dos gatos, que yacían arriba de unas pequeñas montañas de paja.
Policía atado
La primera hipótesis que surgió a las horas del horroroso hallazgo fue que el autor de los crímenes fue Raúl Forte, la pareja desde hacía unos años de doña Etcheritegui; había asesinado a todos para robar un dinero que tenía la familia. Éste sujeto pasó a ser el más buscado de Argentina.
Los investigadores pensaban que tenían el caso avanzadamente esclarecido cuando encontraron al principal sospechoso: en un rastrillaje por la extensa propiedad de 700 hectáreas apareció el cuerpo de Forte cerca de la tranquera, acribillado con el mismo revólver y brutalmente golpeado con una barra de hierro que estaba a su lado.
La sorpresa continuó cuando se siguieron encontrando cadáveres por los pastizales de maíz de la llanura. Javier Gallo, el tractorista del campo, había sido asesinado del mismo modo que Hugo Omar Reid, quien estaba de paso en el lugar haciendo trabajos de albañilería en el casco de la estancia. Esther Luzuriaga, madre de éste último, sostuvo: “Era un excelente muchacho, realizaba trabajos de campo, albañilería, alambrados, domaba caballos, de todo”.
La policía, en su intensa búsqueda, pisoteó toda la escena del crimen y manipuló elementos claves para la investigación. Diferentes hipótesis afloraban entre los agentes que se encontraban confundidos, ya que ninguna era fuerte. Narcotráfico, venganza, robo de un crédito que el banco jamás entregó, fueron algunas de las conjeturas que jamás pudieron comprobarse.
Como alguien debía estar tras las rejas, el juez Guillermo Martín dio la orden de detener a cuatro sujetos: José Kuhn, Carlos Fernández, Jorge Vera y Julio Yalet. Eran individuos supuestamente conocidos por la policía por tener problemas con el alcohol y frecuentar prostíbulos de la zona. El único motivo de la detención fue su historial, por lo que a los siete meses la Cámara Penal liberó a los acusados por falta de méritos. Los individuos acusaron a la Brigada de Investigaciones de San Justo, a cargo del cuestionado comisario Mario “Chorizo” Rodríguez, de torturarlos con picanas para conseguir una información que ellos no tenían.
Los familiares de las víctimas demostraron deficiencias e irregularidades en la investigación, acusaron el incorrecto accionar de las fuerzas que quedó en evidencia. Los vecinos de Villegas quedaron petrificados, y en los días posteriores al macabro hallazgo no salieron de sus casas. El temor invadía las calles del pueblo, que estaban sitiadas por periodistas que buscaban información del caso. Datos que la policía brindaba y a las pocas horas eran desmentidos.
Una noche de noviembre del mismo año, cuando por decisión del juez la policía abandonó la custodia de la estancia, varias personas desconocidas, por lo menos más de tres por las huellas dejadas en el lugar, saltaron la tranquera y caminaron hasta la entrada del galpón, donde asesinaron al linyera Francisco Luna y sus dos gatos. Cavaron en la oscuridad un pozo de tres metros, conocían el sitio y sabían que allí había algo. Sustrajeron un tanque de grandes dimensiones, lo vaciaron y dejaron tirado. Otra incógnita que jamás se esclareció fue que había allí dentro.
Al tiempo se generaron marchas de silencio para pedir justicia, principalmente por el crimen de Omar Reid, su familia fue la que más se movilizó. El silencio continuó hasta hoy, que no se no se sabe quiénes fueron los responsables ni los motivos de la matanza. La madre del muchacho asesinado, reconoció: “Desde aquel trágico día estuvimos muy solos, el pueblo nos acompañó muy poco, a Villegas no le importó que le arranquen seis vidas; ni la familia Gallo ni la de ninguno de los muertos apareció. Tampoco existen sospechas, estamos en la nada”.
Desde aquel mayo de 1992, la estancia está deshabitada, ningún peón quiere habitarla. En la actualidad, Claudia Gianoglio, la única sobreviviente de la familia, alquila el campo a una semillera de Villegas que aprovecha el terreno fértil para cultivar soja. A más de veintiún años del múltiple crimen, los únicos que saben la verdad son las vacas y los árboles de “La Payanca”.
discrepo con la ultima frase de la nota, creo que alguien sabe, pero por miedo o conveniencia personal no dice nada.
Terrible nota, colmada de errores, inexactitudes y datos irreales. Un espanto.
Que novela se mando este Mauad! Con unas pocas hilachas de historia real este tipo quiere fabricar un folletin gauchesco.Lamentable, y otra vez periodismo trucho.
Carmen!! No es periodismo trucho, se le hizo una nota a mi mama y con el resto de información que se averiguo se escribió la nota, pero los errores en las notas de este caso se dan desde hace 21 años y me consta ya que guardo cada articulo periodístico del caso.
Gracias por tu comentario, me hace saber que hay gente que recuerda bien el hecho.
(Hermana de Omar Reid)
YA NI LAS VACAS EXISTEN, AN PASADO VENTIUN AÑO Y EL TIEMPO BORRA PISTAS PERO NO LO SUCEDIDO… ME PREGUNTO QUE TANTO TUVO QUE VER LA POLICIA PARA ENTORPECER MATERIAL DE INVESTIGACION??? ESCONDIERON ALGO?? POR QUE LO HICIERON?? POCO PROFECIONAL LOS EFECTIVOS.
tal vez lo que sepan los policias que estuvieron en ese momento sea importante, uno de ellos que ya no vive supo decir varias cosas respecto a ese caso….»nunca van a saber la verdad, la – – – – – – a esta metida», quienes son los que mejor saben matar y robar sin dejar rastros?.respuesta: «aquellos que saben como y de que manera se realizan los peritajes y las investigaciones»
Cuando se reabrió el caso se trabajo bien pero con los resultados entregados a la justicia sabrá Dios que paso.
Con todo el respeto que nos merece la mamá de Omar Reíd ,la familia Gallo ha sufrido y sufre tanto o más que usted, pero cada cual lleva el dolor como puede.En ese momento tuvimos miedo porque siempre se supo que había «peces gordos» metidos en ese asesinato horrible, y temimos por lo que quedaba de nuestra familia.El hecho de que ud haya sido partícipe de marchas lo cual me parece muy valorable no quiere decir que nosotros no hubiesemos luchado por la verdad y la justicia, de una manera más silenciosa tal vez, por lo que antes mencioné.Nosotros creemos en la justicia divina, ya que en la otra nada se puede creer.Y permitame reiterarle «nadie sabe de nuestro dolor y sufrimiento aún hoy» ES UNA HERIDA QUE JAMÁS SE CERRARÁ Y todavía tenemos secuelas de lo que le pasó a nuestro hermano.
Myriam!! no me cabe duda que la herida no cierra!! pero cuando el dolor, la injusticia y la impunidad invaden nuestras vidas no hay miedo que tape las ganas de hacer justicia por ese ser querido.. nosotros eramos nueve hermanos, en menos de de 9 meses mi mama perdió dos hijos y por la seguridad de los otros siete es que pidió justicia hasta donde pudo, hablo y pidio hasta debajo de la tierra, viajo a dedo a Trenque Lauquen muchas veces buscando respuesta y nunca nos paso nada gracias a Dios.. Jamas nadie de las familias de los asesinados se acerco a mi casa a hablar de dolor (ni hablemos de hacer justicia).. Nose que pensaba la familia de Pacha (como le decían a Gallo)pero todavía recuerdo el ser increible que era y los dias que paso en mi casa por su amistad con Omar era uno mas de nosotros y no recuerdo a nadie de su familia que se acerque a nosotros ni aun cuando el en vida.. Por la memoria de el, de Omar y el resto no removamos sentimientos porque me hierve la sangre cuando alguien se atreve a nombrar en vano a mi mama.. Yo estaba cuando esta revista le hizo la nota aca en Buenos Aires, yo la acompañe, eso habla de que a pesar de los años tratamos de que nadie olvide.. Y si le interesa la invito a mi casa en Villegas a charlar con nosotros y darle su opinión en persona a mi mama, todos ahí saben donde vivimos..
Con respecto a la nota si tiene errores, pero gracias que recordó el hecho, gracias a Maria Eugenia.. lamentablemente todos en el pueblo hablan y cuestionan pero si hacemos una marcha de silencio mas, seguro que nadie va, pero después todos hablan y opinan..
Muchas Gracias Distrito Interior por publicar la nota..
Entiendo el dolor de los familiares porque es inexplicable lo sucedido. También entiendo el dolor de los familiares de esos 4 perejiles que metieron presos para solucionar el caso y querer taparlo. La investigación está echa pero para el que le convino. En Villegas nos conocemos todos… pero siempre gana el que mas plata tiene, lamentablemente!
Agustin Manuad NO SAQUES RÉDITO DEL ÁRBOL CAÍDO!!!INFÓRMATE SOBRE LOS ECHOS Y QUIEN ERA QUIEN. NO TE OLVIDES QUE DETRÁS DE TODO ESO HAY FAMILIAS!!!
Es increíble que para opinar y muchos sin saber, todo el pueblo está presente y mientras hacíamos las marchas muy poco nos acompañaban, podría decir casi nadie y mucho menos los que no nos respectaban. Y vos Mirian que sos la hermana de Gallo,»Facha» para nosotro porque era uno mas de nosotros puedo entender claramente tu dolor y te pensas que nosotros no pensábamos en los peces gordos como los llamas, también teníamos miedo, pero para mi y hoy que tengo la dicha de ser mamá, puedo entender claramente a mis padres,que por un hijo no les importaba dar a cambio su propia vida. Y queda muy claro que es una herida que nunca va a cicatrizar. Hermana de Hugo Omar Reid
Soy periodista y me interesaria retomar en esta investigacion. Que se sabe acerca del peon que mato al primer marido de Chila?
La persona cumplio condena y se fue de la estancia antes del multiple asesinato. Se investigo a esta persona en relacion a estos crimenes?
esto que voy a escribir seguro es una burrada.y pido disculpas si lastimo a alguien..se me ocurre primero sospechar de un familiar del segundo marido resentido por que este abandono a su mujer con ocho hijos ,sospechar del asesino del primer marido,y sospechar de la policia…